Antes de que el gas natural llegara a los departamentos del Atlántico, Magdalena y Cesar, la vida cotidiana tenía otro ritmo. Cocinar implicaba luchar contra la lluvia y el viento, cortar árboles para conseguir leña y soplar fogones respirando humo contaminante. Los vehículos no imaginaban moverse con un combustible más limpio y económico, y la industria debía elegir entre quemar carbón o someterse a apagones eléctricos.
Nadie imaginaba un futuro distinto. Y, sin embargo, ese futuro hoy es nuestro presente: uno de comodidad, progreso, bienestar y mejor calidad de vida. Todo eso, en gran parte, gracias al gas natural.
Desde sus primeros días, Gases del Caribe entendió que este recurso no era solo una fuente de energía amigable con el medio ambiente, sino también una herramienta de transformación social. Por eso se propuso un objetivo ambicioso: llevar sus gasoductos hasta los rincones más apartados de la región. Era un plan que, sobre el papel, no parecía rentable. Pero la compañía logró equilibrar dos mundos que a menudo parecen opuestos: el impacto social y la sostenibilidad empresarial.
La apuesta por mejorar la vida de las personas no se quedó en las cocinas o las fábricas: también encendió sueños. Sueños de educación de calidad, de oficios ancestrales convertidos en fuentes dignas de ingreso, y de emprendimientos capaces de impulsar el desarrollo de toda una región.
Con esa filosofía nació hace 20 años la Fundación Gascaribe, la expresión más clara del compromiso social de la empresa. En muchas comunidades, la fundación identificó tradiciones productivas que permanecían invisibles: la cocina, el tejido, la alfarería. Con el acompañamiento de asesores, artistas, diseñadores y expertos en gastronomía y marketing, esos saberes pasaron de ser pequeñas ideas a convertirse en productos exitosos que hoy sostienen a miles de familias.
Al cumplirse dos décadas de esta labor, vale reconocer al consejo directivo, que ha guiado con visión estratégica el rumbo de la fundación, y a las personas que han hecho posible esta historia: Diana Santiago, por liderar con sensibilidad y determinación cada proyecto; Clementina Holguín, por convertir ideas en realidades tangibles y ser el alma que hace que las cosas sucedan; y Ramón Dávila, por un liderazgo coherente y auténtico que ha hecho de la responsabilidad social una misión tangible.
Veinte años trabajando hombro a hombro con las comunidades dejan resultados que llenan de orgullo e inspiran a seguir creciendo. Porque cuando las cosas se hacen con el corazón, la llama nunca se apaga.
@Ortegadelrio