El futuro de Colombia está en los territorios: en los entornos donde niños, niñas y jóvenes crecen y empiezan a construir una percepción de cómo funciona el mundo, de sus expectativas y de sus sueños; esos espacios donde forman su criterio sobre el deber ser y sobre lo que puede ser. Estos territorios pueden ser lejanos, remotos frente a los tradicionales ejes de desarrollo, con escaso o nulo acceso a los servicios más básicos y, sobre todo, invisibilizados por una sociedad que a veces se enfoca más en las estadísticas que en el desarrollo humano.

Esta semana tuve la oportunidad de visitar el oriente de Cali, una zona de la ciudad que por décadas ha sido deliberadamente ignorada y donde habitan más de 700.000 caleños provenientes de distintas regiones del Pacífico. Allí, niños, niñas y jóvenes enfrentan el desafío de crecer en medio de una sociedad profundamente desigual, en familias asfixiadas por el gota a gota y a merced de los riesgos que implica la presencia de distintos grupos criminales que operan o transitan en el territorio. A esta zona se le ha llamado el “Distrito de Aguablanca”, en un uso del lenguaje que refuerza la otredad, como si se tratara de una ciudad diferente o vecina de Cali. De hecho, por la manera en que está organizada la ciudad, alguien puede nacer y morir en el norte o el sur sin haber conocido nunca el oriente.

Ahora bien, a pesar de los inmensos desafíos que viven los habitantes de esta parte de la ciudad, también hay esperanza para el futuro gracias a las organizaciones sociales que trabajan con las comunidades y que, a través de su labor, están transformando esta realidad. Quisiera resaltar especialmente el trabajo de la Fundación Ser para Ser, una organización que busca transformar la visión y la vida de adolescentes y jóvenes para ampliar su perspectiva del mundo, fortalecer sus valores, impulsarlos a crear planes para cumplir sus sueños y construir un proyecto de vida con propósito. Estos jóvenes, a quienes la Fundación llama valientes, son también el futuro de Cali y de Colombia. En ellos -que se atreven a soñar y desde tempranas edades se cuestionan y plantean su propósito de vida- hay un enorme mensaje de esperanza.

A organizaciones como la Fundación Ser para Ser hay que apoyarlas y visibilizarlas, porque con su trabajo aportan a la construcción de una ciudad y de un país que tengan la valentía de soñar. Son esenciales para fortalecer la cohesión social y promover una visión de desarrollo incluyente. La invitación a los lectores este domingo es a conocer esta organización, o a acercarse a alguna de su comunidad, barrio o ciudad: conocer su historia, sus aportes y, si es posible, apoyarla.

Cierro con un agradecimiento a Andrew Silva, por acercarnos al oriente de Cali; a todo el equipo de Ser para Ser, por su entrega y ejemplo; y a los guías de la Alcaldía de Cali en el Bulevar de Oriente, por su calidez y compromiso.

@tatidangond