No se trata de la justicia divina a que se refiere la Biblia, sino de la terrenal que se administra en los juzgados y tribunales del país, con todos sus aciertos, errores y dificultades del sistema. Me refiero al caso particular de la juez cuarto penal del circuito de Florencia (Caquetá), Marienela Cabrera, que quieren crucificarla como a Jesucristo, en un doble proceso disciplinario y moral, porque en sus ratos libres, después de despachar su pesada y peligrosa carga laboral, en una región llena de violencia, difunde unos sugestivos videos de Tik Tok que producen envidia a muchos fariseos que no comparten su actitud de mujer resiliente, dotada de una inteligencia emocional y un carisma escaso en el poder judicial, cuando la envidia en la administración del Estado es la segunda causa de trastornos mentales después del estrés.

Dura tarea tiene hoy el magistrado ponente de esta investigación disciplinaria de una funcionaria eficiente y cumplidora de su deber profesional que sabe repartir su tiempo entre su oficio y el ejercicio físico para mantener un cuerpo armonioso, cuando otros compañeros de trabajo luchan por estar lejos de la obesidad que hoy se ha convertido en una epidemia mundial.

En efecto, el funcionario investigador de la Comisión Seccional de Disciplina Judicial debe evaluar si el baile de la juez Marienela Cabrera es tóxico o vulgar y dañino para las buenas costumbres y la salud de una entidad que administra justicia, pero además verificar si su conducta encaja en la definición de antijuridicidad, legalidad y debido proceso y la interpretación a que se refiere el artículo 15 de la Ley 1123 de 2007, donde seguramente saldrá una interesante jurisprudencia para bien de la administración de justicia en un mundo moderno, y no una nueva versión de El Proceso de Franz Kafka, que expresó: “cuando un hombre es sometido a juicio, la moral burguesa puede ver en él a un culpable aunque sea inocente. La justicia divina, por su parte, enfrentada a la naturaleza humana, resulta a veces monstruosamente injusta”.

No estamos en Suecia ni en Japón sino en Colombia, donde según García Márquez “la independencia del dominio español no nos puso a salvo de la demencia”. Los videos de la juez Marienela es una terapia musical que podría ser contratada por el gobierno nacional como una contribución a la salud mental del poder judicial para transformar la cara fea de una justicia criticada por su morosidad, impunidad y con algunos lunares de corrupción, en un rostro humano más amable y lejos de un laberinto sin salida.

@FCuelloDuarte