El balón va llegando a sus pies, él parece que va a controlarlo, un rival piensa que es momento para presionarlo, pero Jarlan lo entrega de primera y desaíra al impetuoso defensor. La jugada progresa por la zona derecha, el rival reúne tres o cuatro jugadores para emboscar a Jarlan que es quien lo conduce, de repente sin necesidad de impulso, con el balón casi pegado a su pie, sale del problema enviando con fuerza y precisión un pase largo hacia el otro costado. Recibe el balón y anuncia con su cuerpo que va a dar un pase hacia un costado, pero de repente, Jarlan cruza su pie y dibuja un perfecto pase gol para uno de sus compañeros que corre por el centro. Jarlan propone la pared, le devuelven el balón, amaga con seguir la asociación, pero decide rematar con potencia y dirección al ángulo y convierte el gol.
Este es un breve glosario de las peculiaridades futbolísticas de Jarlan Barrera, que hoy juega en el Medellín, un equipo que ya sin él jugaba bien, pero ahora con él dio un salto de calidad. A su estilo ofensivo, dinámico, dominante y con alto de ritmo para el fútbol colombiano, Jarlan clarifica, piensa, brilla. A la, a veces, urgencia por la búsqueda del Medellín, Jarlan le entrega su inteligente pausa. Su exquisita técnica y su valentía para pedirla siempre le aumenta la calidad a la constancia y ambición de este Medellín.
Su contextura endomorfa de hoy, más la decisión de administrarle sus minutos de competencia por parte del cuerpo técnico, parecen consecuencias de esa dosis de desgano que Jarlan tuvo por la máxima exigencia y responsabilidad profesional. De haberlas tenido, no dudo que hubiera sido jugador de Selección. Ahora, cada vez que juega con el Medellín, me regodeo con el buen fútbol.