Si bien hay antecedentes de inoculaciones para prevenir y mejorar enfermedades que datan de los siglos VI y V a. C., en la China ancestral, y otros posteriores en Europa, la ciencia moderna atribuye al inglés Edward Jenner la invención, en 1796, de la primera vacuna contra una patología infectocontagiosa, con alta prevalencia en ese momento, como era la viruela. A partir de la inoculación del cowpox virus (viruela bovina) en una persona, el científico consiguió inmunizarla contra la viruela, un hecho histórico que marcó el punto de partida para el desarrollo de biológicos que han salvado la vida de miles de millones de personas. De hecho, la viruela es la única enfermedad actualmente declarada erradicada por la OMS, gracias a la vacunación.

La pandemia de covid 19 marcó un hito trascendental en la vacunología por el rápido desarrollo de biológicos que demostraron eficacia y seguridad, con los que se avanzó en la inmunización que coadyuvó a controlar la expansión del virus. Sin embargo, desde entonces se propagaron también versiones en contra de su efectividad, que realzaban efectos secundarios y atribuían nefastas consecuencias. Vale decir que la oposición a la vacunación masiva se registra desde el siglo XIX, precisamente en Inglaterra, con la vacuna contra la viruela, y se mantiene hoy en movimientos antivacunas.

Esta oposición ha trascendido al punto de que se anunció un cambio drástico en las políticas de vacunación en el Estado de la Florida, en Estados Unidos, que proyecta quitar la obligatoriedad de la inmunización de los niños en edad escolar. En medio del intenso debate por la medida y el temor por el aumento de la incidencia de enfermedades -como la poliomielitis, el sarampión o la hepatitis B-, llama la atención que el director de Servicios Sanitarios en Florida compara la vacunación obligatoria con la esclavitud y sostiene que la decisión apunta a fortalecer “la soberanía de los pacientes”.

Es indispensable que decisiones de trascendencia mayúscula, que impactan a una vasta población, sean tomadas con el debido sustento y rigor científico, más allá del escepticismo o la oposición. Las vacunas no solamente previenen enfermedades y aminoran el impacto de algunas que pueden ser mortales o producir secuelas importantes, sino que también disminuyen su propagación en las comunidades, generando inmunidad en la población, al tiempo que reducen costos en los sistemas de salud pública. La vacunación es un agente protector de la vida y promotor eficaz de la salud social comunitaria.