El análisis de la pobreza en Barranquilla confirma un hecho clave: el trabajo es el principal activo de los hogares más vulnerables. La vida de miles de familias depende directamente de la capacidad de generar ingresos estables y dignos, lo que convierte al empleo en un eje central de la política social.
Entre 2012 y 2019 la ciudad mostró un desempeño destacado. Mientras en otras capitales la pobreza aumentaba, en Barranquilla se redujo sostenidamente, gracias al crecimiento del empleo formal y de los ingresos laborales. El dinamismo económico permitió que la reducción fuera más rápida que en el resto del país, mostrando que el mercado laboral puede impulsar movilidad social.
Sin embargo, desde 2019 esta tendencia se revirtió. La pandemia provocó caída en la ocupación y reducción de salarios, tanto en el sector formal como informal. Las transferencias monetarias ayudaron a contener parte del deterioro, pero su alcance fue limitado, en parte por la falta de complementariedad con recursos locales y, más recientemente, por la reducción de programas como Ingreso Solidario y Familias en Acción. El período 2022-2024 refleja estas tensiones: mientras el crecimiento económico y los ingresos laborales ayudaron a reducir la pobreza, el debilitamiento de las ayudas institucionales tuvo un efecto contrario.
Los desafíos estructurales persisten. La alta informalidad genera ingresos bajos e inestables, y expone a los hogares al riesgo de volver a la pobreza. A esto se suma una brecha de género profunda: la tasa de desempleo de las mujeres es el doble que la de los hombres, lo que restringe el aprovechamiento del capital humano disponible.
Mientras estos problemas estructurales no sean abordados, los avances en reducción de la pobreza seguirán siendo frágiles. Las ayudas institucionales deben evolucionar hacia esquemas que fomenten la acumulación de capital humano y la inclusión productiva, convirtiéndose en verdaderas herramientas de movilidad social y no en simples mecanismos de compensación. Asimismo, es necesario avanzar en tres frentes estratégicos: fortalecer la pertinencia de la educación y la formación laboral; promover la participación de mujeres y jóvenes en sectores de mayor productividad mediante incentivos adecuados; y transformar el aparato productivo hacia actividades más sofisticadas y formales.
Barranquilla ya demostró que puede reducir la pobreza con rapidez. El reto ahora es lograr que ese progreso sea sostenible, combinando crecimiento con equidad y empleo con calidad. Solo así podrá convertir logros coyunturales en avances perdurables.
@OrianaAlvarez