La Ciénaga Grande de Santa Marta enfrenta una nueva amenaza ambiental que afecta el modo de vida de subsistencia pesquera y la navegabilidad de sus habitantes, así como el ecosistema mismo. Se trata de la Hydrilla verticillata, una planta invasora cuyo crecimiento descontrolado ha generado pérdida de movilidad en el agua, acumulación de residuos que ponen en riesgo la salud de quienes viven en los palafitos y mortandad de peces por la disminución del oxígeno disuelto. Todo esto ocurre a pesar de que la Ciénaga Grande es un ecosistema estratégico para Colombia y el mundo, reconocido como Sitio Ramsar por su alto valor ecológico, cultural y socioeconómico.

En Nueva Venecia —lugar que he tenido la oportunidad de visitar en varias ocasiones— la vida gira en torno a la pesca. Las familias habitan en palafitos y toda su infraestructura está pensada para desenvolverse en el agua. Como escribí hace algunos años: “en Nueva Venecia hasta los gatos nadan”. Esta nueva amenaza pone en riesgo directo su modo de vida y su subsistencia. Sin embargo, pese a las reiteradas alertas, la respuesta gubernamental, en cabeza del Ministerio de Ambiente, ha sido lenta e insuficiente, sin ajustarse a la urgencia de una situación en la que cada día cuenta.

He calificado este fenómeno como una “nueva” amenaza porque, como es ampliamente conocido, la Ciénaga ha sufrido históricamente tanto la catástrofe ambiental ocasionada por la carretera Ciénaga–Barranquilla (1956), como la violencia contra sus comunidades en un episodio atroz: la Masacre de la Ciénaga Grande (2000).

En las décadas de 1960 y 1970, tras la construcción de la carretera, el ecosistema experimentó alteraciones graves en su equilibrio salino. Miles de hectáreas de manglares murieron, con consecuencias devastadoras para la pesca, la biodiversidad y los modos de vida de las comunidades palafíticas. Aunque posteriormente se emprendió un proceso de rehabilitación ecológica, muchos advierten que la Ciénaga nunca volvió a ser la misma.

Hoy, frente a esta nueva situación, es imprescindible que las autoridades ambientales —Corpamag, Invemar y el Ministerio de Ambiente— actúen de manera articulada, rápida y eficaz, protegiendo tanto al ecosistema como a las comunidades. Las dilaciones propias de la gestión pública no pueden convertirse en un obstáculo para salvaguardar un patrimonio vital para el país y para las familias de Nueva Venecia. El Ministerio de Ambiente anunció recientemente que convocará de forma extraordinaria al Comité Técnico Nacional de Especies Invasoras para evaluar el riesgo de la Hydrilla verticillata; la esperanza es que, cuando se defina un plan de mitigación, no sea demasiado tarde.

Si Colombia desea mantener con legitimidad la bandera de ser uno de los países más biodiversos del mundo, debe también adoptar un modelo de gestión ambiental capaz de responder de manera efectiva a las necesidades reales de sus ecosistemas de especial protección. Entre ellos, la Ciénaga Grande de Santa Marta ocupa un lugar prioritario.

@tatidangond