No basta con llorar a Colombia, hay que abrazarla, hay que vestirla de perdón y hay que tejerla de esperanzas para sanarla, porque definitivamente amar es urgente. Que las violencias nunca nos sean indiferentes, que nuestro acto más revolucionario sea el amor, el respeto y la ternura. Desnormalizar todo tipo de violencias desde las más simbólicas hasta las más estruendosas, hay que deslegitimarla y quitarle todo disfraz de – seudopoder -, basta de condenar las violencias cuando consideramos que vienen de otros, basta de argumentar las acciones violentas que ejercemos, hay que sanar al país y eso implica sanarnos cada uno de nuestros propios fantasmas violentos.
Respecto a esto, propongo las siguientes reflexiones:
1- Es importante reconocer que las violencias pueden habitarnos, es momento de dejar de juzgar y comenzar a cambiar desde lo subjetivo
2- Las narrativas de odio son actos violentos, es momento de pacificar los relatos
3- El respeto por las diferencias es fundamental, y el punto de partida para erradicar las violencias
4- No existen verdades absolutas, existen diversidades y pluralidades
5- La responsabilidad afectiva evita narrativas incendiarias y violentadoras, es momento de crear lenguajes incluyentes y respetuosos
6- Es pertinente que nos alejemos de la “comodidad” de juzgar de violentos a todos, pero excluirnos de ese rol, cuando todos y todas podemos replicar las violencias, dejar de condenar para comenzar a transformar, rechazar las violencias es un acto social que debe darse, sin dejar atrás el compromiso subjetivo de no ser replicadores violentos
Colombia como país necesita sanarse, no solo llorar y condenar las violencias sino asumir narrativas, acciones y culturas anti-violentas, pacíficas y respetuosas de las diferencias. Cada región, cada familia, cada ser humano necesita bajarle el volumen o mejor silenciar las violencias, subirle el tono a la paz, a la pluralidad, al respeto; con esto no quiero romantizar el conflicto de país, la polarización política o la compleja situación política que vivimos, la invitación es a que interioricemos que somos arte y parte del sistema, que podemos ser incendiarios de las violencias o actores de cambios, no existen verdades absolutas y no tendremos siempre la razón, hay que sosegar los egos y dejar de considerar que lo propio es lo único que importa y que lo de los demás no tiene tanto valor, todo dolor, toda herida importa. A Colombia hay que sanarla, abrazarla y dejar de condenarla a la perversa violencia.
Toda vida importa!
@facostac