¡Estaba cantado! Desde hace mucho tiempo todo el mundo sabía que, hicieran lo que hicieran sus abogados, el fallo le iba a ser adverso al presidente Uribe, como en efecto ocurrió. ¡Mil páginas! El problema no es que le corresponda a la juez leer mil páginas, sino el camello de redactarlas y escribirlas, seguro por terceros (se le atribuyen a Montealegre, acérrimo y confeso enemigo del acusado), que su lectura no estuvo fluida, como lo hubiera sido para el autor.

No. El problema fue que tanto camello se haya destinado a lograr un propósito totalmente contrario al que se buscó: evidenciar que Álvaro Uribe también fue víctima de un atentado, esta vez no a bala, como el que le hicieron al senador Miguel Uribe Turbay, sino mediante un proceso judicial. Fue una terrible torpeza política, pues sabido es que la favorabilidad de la gente se inclina siempre hacia la inerme víctima, máxime si el atentado es perpetrado a mansalva, y desde poderes superiores. Si lo que pretendían era afectar políticamente a Uribe y al uribismo, lograron todo lo contrario. Volveremos a las épocas aquellas cuando se decía “el ungido será el que diga Uribe”, y así resultaba: ganaba el que dijera Uribe. Es que definitivamente el tipo más importante del país es Uribe, así lo condenen y hasta lo encanen. Pese al atentado judicial, Uribe seguirá siendo el caudillo a seguir.

La única imputación real que se le puede hacer a Uribe, es su ingenuidad y su terquedad: todos sus amigos le auguraban el tremendo error de apoyar a Santos, él tercamente insistió, lo ungió, y ya sabemos. Después le dijeron que Zuluaga no era el aguerrido que jalonaría al uribismo, insistió, y tampoco. Como aún se imponía su prestigio y sus propósitos de mejorar al país, se le pedía un candidato que se le pareciera, pero él se empecinó en Duque un pusilánime distintísimo a todo lo que significaba el uribismo, y Duque terminó entregándole el poder al peor y más ideologizado de los izquierdistas. En resumen, Uribe, en escogencia de su sucesor, es capaz de cometer cualquier error.

Pero sigue siendo el rey, aunque tiene que aprender a escoger. Ante el desastre petrista, la gente anhela la mano firme, así que la pugna será para lograr ser el señalado por Uribe, que los fracasos pueden haberlo enseñado. Buscar alguien no afiliado al tan atacado CD. Por ejemplo, un Abelardo De la Espriella, frentero y bravo. Mejor aún: lograr la llave con los godos, tremendo respaldo partidista, que el gran Efraín Cepeda demostró ser mano firme, buenas maneras, y comprobada lealtad.

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