Asistimos por estos días al rotundo fracaso de la Empresa Social del Estado Universitaria del Atlántico, ESE UNA. Una entidad que, luego de la espantosa pandemia de covid-19, cobró vida con la promesa de unificar la prestación de los servicios de salud del departamento para asegurar una atención oportuna y de calidad a la gente, en especial de los municipios.

El modelo se concibió a partir de la liquidación de los cuatro hospitales departamentales, inmersos en sus propias crisis, para dar paso a una institución sólida que concitara todos los niveles de complejidad en la prestación de los servicios. Esto, claro, con la aprobación del orden nacional. Para tal fin, la Gobernación del Atlántico comprometió $35 mil millones de su presupuesto para el inicio de las operaciones, hace ahora cuatro años. Había confianza.

Durante meses se cumplió un cronograma de acciones para apuntalar el naciente modelo: el traslado de los trabajadores a la nueva entidad, la eliminación de la contratación por cooperativas y el final de la intermediación para enviar pacientes de una institución a otra.

Lamentablemente, pasados más de 1300 días de su alentador comienzo, el paciente que parecía curado se volvió a enfermar y todo indica que con una patología mucho más grave.

Tal como EL HERALDO ha revelado desde hace meses, ESE UNA acumula $14 mil millones en servicios sin facturar y sus pasivos totales sumarían $120 mil millones. Sin duda, el origen de la crisis está en el enfoque de su modelo asistencialista de mediana y alta complejidad. Este se sustenta en la venta de servicios, pero si estos no son buenos ni tampoco se cuenta con un portafolio de especialistas ni tecnología de punta, no son atractivos. Es decir, no se venden, de manera que no habrá ingresos que aseguren la subsistencia de las instituciones.

Es un perverso círculo vicioso. Cada vez se factura menos por cuenta de la subutilización de la red debido a la falta de personal y ni siquiera se cobran los servicios prestados. Sin recibir el pago de sus salarios por meses, el talento humano en salud opta por irse. Algunos de los que se quedan atienden solo emergencias, a la espera de que les respondan por sus sueldos.

A diario se constata lo obvio. Es un modelo fallido, como lo retrata la oscuridad, el silencio o la soledad que se han apoderado de los pasillos de las cinco sedes de la ESE UNA. El caso más dramático es el de la moderna infraestructura del nuevo Juan Domínguez Romero, en el municipio de Soledad, donde la unidad de cuidados intensivos debió ser cerrada.

Todo mal. Llegados a este punto no se sabe qué fue primero, si el huevo o la gallina, si la falta de oferta de servicios o la insuficiencia de recursos para poder prestarlos. Pero, ¿qué más da? La situación de la ESE UNA es insostenible y se suma a un panorama complejo del sector de la salud en Colombia, por efecto de la desfinanciación, agudizada por batallas políticas que tienen como telón de fondo una reforma estancada, de pronóstico reservado.

Nuestra crisis es de tal magnitud que el gobernador Eduardo Verano admitió la necesidad de un cambio de modelo, consciente de que las cuentas no dan, no hay punto de equilibrio y es imprescindible encontrar una fórmula que permita acceder a más ingresos y mejorar la gestión de facturación y cobros. De hecho, la apuesta busca una nueva estructura operativa individual de los hospitales departamentales para garantizar la prestación de los servicios.

¿A estas alturas, será posible encontrar el elíxir que alargue la vida del paciente? Ese será el motivo central de discusión de una comisión accidental convocada para evaluar el tema y de la que piden ser partícipes los diputados del Atlántico. La Asamblea fue la encargada de aprobar el actual modelo. Así que tendrán que emplearse a fondo al igual que todos los involucrados y entidades competentes para hallar un remedio que no deje sin atención de salud al departamento, mientras se definen nuevos roles y se endereza el rumbo extraviado.

En cuanto a las responsabilidades, ya las determinarán los entes de control, si es el caso. Por lo pronto, manos a la obra, que el enfermo agoniza y el tiempo corre en contra de la gente.