Llamó mi atención la última encuesta publicada por Guarumo-Ecosistema entre 1 y 5 de julio del 2025.En el ambiente político se hizo una pregunta, simple y sencilla: cuales son los problemas que más le preocupan. La respuesta de los tres primeros lugares: salud, inseguridad y corrupción. La vida de las personas, no considerada sagrada por este gobierno, es la mayor angustia. Sin poder salir a disfrutar o la escala alcista de extorsión y secuestro es la segunda.
Y finalizamos con el mal de todas las décadas: la corrupción. Un departamento pobre y necesidades insatisfechas, como Córdoba, tiene en la fecha 12 en primera y 6 en segunda línea al senado. Ideas nuevas, proyectos de renovación, infraestructura vial o extensión de la educación no existen o no se escuchan.
Se habla del mercantilismo de la política, la compra de los líderes y como se caza y amarra -desde hoy- esos votos. Surgen nombres, salpicados por escándalos y mencionados en los diversos ilícitos, que han enredado a este gobierno. Es adictivo su poder.
¿Somos seres con tendencia hacia la corrupción? ¿Es un instinto innato? En un cerebro sano la tendencia a adoptar un comportamiento corrupto debe desencadenar un conflicto entre el deber y la acción. Abusar de una situación ventajosa, personal, y obtener beneficios se debe evitar por el temor al castigo o la sanción social. Entran a trabajar los circuitos que intervienen en la evaluación moral, la recompensa y el autocontrol.
Las áreas que liberan neurotransmisores con el propósito de obtener dinero nos motivan a repetirla. Cuando se rompe el equilibrio entre impulso y control, el cerebro sucumbe y se bloquean los mecanismos éticos de los actos.
Hay que analizar el comportamiento social el cual se seleccionó durante mucho tiempo. Millones de años para asumir su pertenencia y aceptar sus reglas. Para salir de esto se requiere mucha fuerza emocional y quizá también pagar el precio de la soledad. Cuando hay conductas que no reciben nuestra aprobación o dudosas el cerebro las asume como “si fueran correctas”.
La presión social determina el juicio individual. De esta forma se activa la conducta grupal y pasa por encima de los principios éticos. Aparece el fenómeno de desensibilización y se van apagando las áreas que nos detectan el peligro: se silencia el “timbre moral” en nuestro cerebro. La corrupción distorsiona las prioridades comunitarias y aumenta la desigualdad. La corrupción distorsiona las redes neurales del autocontrol y les abre un camino ventajoso e ilícito a nuestras metas propias, no podemos acabarla.
La ética, además de los problemas genéticos y una educación deficiente, se desprende de los comportamientos sociales y profesionales. Investigaciones recientes han demostrado cómo las influencias ambientales inciden en nuestra toma de decisiones y en la conducta moral. Las personas normales pueden comprobar que transgredir las reglas de la vida social civilizada puede tener consecuencias negativas y esto desencadena el mecanismo inhibitorio conductual donde pueden causar daño a la comunidad.
Cuando la corteza prefrontal es frágil surge un comportamiento corrupto. Puede aparecer también sin que exista esta alteración en la corteza prefrontal. Un entorno social donde aparecen conductas no éticas, sin castigo y aceptadas como “normales” crea el ambiente para que la corrupción se difunda.
El castigo estatal (sanciones penales, encarcelamiento, multas, responsabilidad civil) juegan un papel destacado. Las creencias de que nuestras ofensas quedan impunes debilitan nuestro cerebro y su capacidad de autocontrol. Una sociedad que opta por adoptar un sistema legal y una orientación jurisdiccional indulgente debilita nuestra capacidad de control. La impunidad, afirman los expertos, es el vaciamiento ético de la sociedad.
¿Por qué hay tanta corrupción en Colombia? Simple la respuesta, cuando alguien enfrentar una situación corrupta, su cerebro debe activar mecanismo de autocontrol, miedo al castigo y valores éticos Si se quiere debilitar el freno moral no haga nada cuando se repiten actos de corrupción y esto, además de un proceso racional, debilita áreas en el cerebro activando los circuitos cerebrales del placer y de la recompensa.
Diptongo: La indiferencia de la gente es el mejor caldo de cultivo para que crezca la corrupción." Delia Ferreira
@Rembertoburgose