Aunque los rumores y las noticias falsas se presentan desde que existe la comunicación humana, la evolución de la sociedad les fue abriendo espacios y audiencias, pero la era digital les añadió una velocidad y un alcance que antes eran improbables e impactan directamente en la facilidad con que muchísima gente los asume como fidedignos. Ejemplo de ello fue la sobreabundancia de información que nos atropelló en la pandemia -denominada infodemia-, que exteriorizó y masificó el miedo ante la crisis sanitaria.
Es tal la avalancha informativa que, por iniciativa de sectores como la academia, la ciencia y el periodismo, han sido implementadas herramientas y plataformas de acceso público para el chequeo de noticias, de manera que se pueda desvirtuar o ratificar su fiabilidad; sin embargo, estos contenidos no dejan de ser consumidos y, peor aún, replicados masivamente.
Según las investigaciones, hay una tendencia a creer las informaciones, así sean falsas, que circulan en distintas plataformas digitales sobre temas con los cuales tenemos alguna afinidad o nos vemos identificados. En un artículo publicado en la revista Telos, la neurocientífica Clara Pretus, de la Universidad de Barcelona, expone conclusiones de un estudio sobre la susceptibilidad a la desinformación, realizado con votantes de extrema derecha en España y EE. UU., que apunta a “que nuestro comportamiento online responde a una necesidad de vincularnos con nuestra audiencia. Además, nuestras investigaciones sugieren que invertimos muchos más recursos cognitivos en tomar decisiones que involucran valores identitarios. Quizás porque, al mencionar estos valores, se crea una situación crítica que nos obliga a posicionarnos en contra o a favor”.
El informe Disinformation Risk Assessment: The Online News Market in Colombia (2022), de Global Disinformation Index y el Centro de Estudios en Periodismo de la Universidad de los Andes, realizado en Colombia con 34 dominios de medios noticiosos, arrojó, por ejemplo, que más del 40 % de los sitios presentan niveles medios de riesgo por desinformación, sobre los cuales se dijo que les falta transparencia en políticas editoriales y operacionales.
Lamentablemente, además del riesgo de que la ciudadanía crea en estos bulos, la desinformación es utilizada también como herramienta del populismo para promover la polarización, ahondar las divisiones sociales y generar pánico. En este escenario son imprescindibles la instrucción, desde la escuela y en el hogar, en el pensamiento crítico, a la par de la alfabetización digital y mediática.