En los inicios de la especie humana, hace 200.000 años, en medio de su salvajismo, los ataques violentos contra los congéneres eran medio para la supervivencia. Luego, paulatinamente, al paso de cientos de siglos, la humanidad evolucionó fortaleciendo la convivencia en comunidades, desarrollando el lenguaje oral y escrito, la capacidad creativa, el arte y herramientas para hacer más llevadera la vida y asegurar la perduración y sostenibilidad de la especie.

En tiempos más recientes, el ser humano utilizó sistemáticamente la violencia como medio para conquistas y dirimir disputas territoriales, políticas y económicas. Con el desarrollo de la civilización, el consecuente aprendizaje y ganancia de destrezas en los campos de la producción, la agricultura, la pesca, la minería, la tecnología, la industria, etc., estos afanes beligerantes, esclavizantes y de dominación ya son completamente absurdos e innecesarios.

Es ilógico que, en pleno siglo XXI algunas naciones instrumentalicen la violencia y la guerra para resolver diferencias y ocupar territorios.

Diariamente, los medios de comunicación nos informan sobre las atrocidades que vive la población civil en medio de las guerras entre Rusia y Ucrania y Hamás e Israel. El pasado 13 de junio se dio inicio a un nuevo frente de confrontación entre Israel e Irán, que ya hoy lleva 240 muertos y extensas áreas urbanas destruidas.

Pero no solamente se mantienen vigentes estos enfrentamientos. Según el Índice Global de Paz 2025, actualmente hay 59 conflictos activos, lo que equivale a la mayor cantidad desde el final de la Segunda Guerra Mundial.

Ese mismo informe indica que toda esta alteración geopolítica supone un declive récord en la paz global, tanto por la cantidad de guerras como por el hecho de que cada vez es más complejo para una nación ganarlas, al tiempo que son más costosas y, pese a ello, “la inversión global en la prevención de conflictos se ha reducido drásticamente”. De acuerdo con el análisis, desde 2023, 78 países han estado involucrados en conflictos más allá de sus fronteras. Así mismo, entre 2023 y 2024, el impacto económico de los refugiados y desplazados internos aumentó en promedio un 30 % en 112 países, mientras que el gasto militar en 101 países creció en un 15 %.

La guerra nunca será solución para las diferencias; al contrario, las complejiza aún más, llevando a mayores desavenencias y odios históricos casi insalvables, además de las muertes, destrucción, hambruna y pobreza. Sin duda, el mejor camino para resolver discrepancias es la construcción de paz.

@Rector_Unisimon