El Caribe colombiano no puede seguir viéndose como una periferia que exige atención. Hoy debe reconocerse como un territorio estratégico que puede marcar el futuro productivo del país. Su aporte a la economía nacional es innegable: genera el 15 % del PIB, moviliza el 85% de la carga portuaria y concentra el 67% del potencial eólico y el 92% del solar. Además, alberga al 22 % de la población, con una estructura demográfica más joven que el promedio nacional.
Esta región diversa—con vocaciones industriales, mineras, agroindustriales y turísticas— cuenta con activos logísticos y energéticos que la posicionan como una plataforma clave para la transición energética, la diversificación productiva y la internacionalización de la economía colombiana.
Sin embargo, el potencial por sí solo no basta. Persisten barreras estructurales que frenan su desarrollo: desarticulación entre políticas nacionales y capacidades locales, brechas en educación técnica y laboral, alta informalidad, pobreza persistente y cuellos de botella normativos que dificultan inversiones clave, limitan la productividad y restringen la transformación económica regional.
A estos desafíos se suma la necesidad urgente de infraestructura moderna y funcional Proyectos como la ampliación del aeropuerto Ernesto Cortissoz, el dragado del río Magdalena, y la mejora en la conectividad vial entre Cartagena, Barranquilla y Santa Marta no son solo aspiraciones locales, sino condiciones indispensables para convertir al Caribe en una verdadera plataforma logística del Caribe.
Superar estos retos exige una nueva generación de políticas públicas con enfoque territorial, diferencial y multisectorial. Se requieren inversiones en infraestructura educativa, transporte intermodal, conectividad digital y gobernanza regional. También es clave repensar el sistema de financiación local: fortalecer capacidades institucionales, optimizar el uso de regalías y vincular los recursos con esfuerzos tributarios locales. Esto solo será posible con políticas consistentes, visión de largo plazo y una estrategia de desarrollo territorial sostenida.
Colombia necesita más que nunca, una mirada descentralizada que valore y potencie las ventajas comparativas del Caribe para convertirlas en ventajas competitivas sostenibles. Esta no es solo una demanda regional: es una oportunidad estratégica nacional.
El Caribe tiene el potencial. Lo que falta es una estrategia que traduzca ese liderazgo competitivo en desarrollo compartido. Pasar del rezago al protagonismo no depende únicamente de los territorios: requiere que el país, en su conjunto, cambie la manera de mirar al Caribe.
* Directora Ejecutiva de Fundesarrollo