Con la estética inconfundible que lo caracteriza, Wes Anderson presentó su nueva producción, The Phoenician Scheme, en la Competencia Oficial del Festival de Cannes. Sin embargo, a pesar de sus impecables escenarios y de la relevancia del tema que aborda, el filme se vuelve pesado y carece de una narrativa sólida que sostenga su elaborado despliegue visual.

La cinta gira en torno a Zsa-Zsa Korda (Benicio del Toro), un magnate que ha sobrevivido a varios intentos de asesinato. El filme inicia con el más reciente de estos atentados, lo que lleva a Korda a tomar una decisión clave: necesita elegir un sucesor para su imperio.

Tiene nueve hijos —algunos adoptivos—, pero su elección recae en Liesl (Mia Threapleton), quien está a punto de tomar los votos como monja y guarda un profundo resentimiento hacia su padre por la muerte de su madre. Aun así, acepta adentrarse en el mundo empresarial, al menos de forma temporal.

Para prepararla, Korda la lleva en una gira de contactos con potenciales inversores para un ambicioso proyecto. Esta vez promete que no habrá trabajo forzado, aunque el plan sigue estando lleno de trampas y manipulaciones.

En el camino, conocen a una serie de personajes pintorescos: el Príncipe Farouk (Riz Ahmed), el estadounidense Marty (Jeffrey Wright) y su prima Hilda (Scarlett Johansson), los hermanos Leland y Reagan (Tom Hanks y Bryan Cranston), el excéntrico Marseille Bob (Mathieu Amalric) y el intrigante tío Nubar (Benedict Cumberbatch).

Cada encuentro toma un giro inesperado, y algunos diálogos dejan entrever reflexiones más profundas sobre los valores, o la ausencia de ellos, en este círculo de poderosos. A medida que avanza la historia, la noción de familia empieza a pesarle cada vez más a Korda.

Las escenas más impactantes son las que ocurren tras cada atentado, cuando se muestra el cielo en blanco y negro, un recurso visual que sugiere una especie de purgatorio para alguien tan corrupto como él.

La película propone una sátira mordaz de las élites, con escenas en las que las granadas se regalan como si fueran dulces, una metáfora que no resulta tan alejada de la realidad política actual. La filosofía de vida de Korda es sencilla: aplastar a quien se interponga. Difícil pensar que con eso se gane un pase al paraíso.

A pesar de un elenco de lujo —con apariciones también de Bill Murray, Willem Dafoe y Michael Cera—, Anderson no logra alcanzar el nivel de The Grand Budapest Hotel, y el resultado es una cinta vistosa con un guion que no termina de convencer.