Caronte, figura central en la mitología griega, transportaba en su viejo barco las almas de los muertos al Hades, destino final. Familiares del difunto introducían bajo la lengua del cadáver una moneda, el óbolo, como flete para el viaje, costumbre adoptada después en la antigua Roma. Si no podían pagar el óbolo, eran condenados a vagar por la orilla del río Aqueronte durante cien años antes de poder cruzar.
En las rutas marítimas globales una flota clandestina de buques opera al margen de la ley, transportando cientos de millones de barriles de petróleo. Comercio exacerbado por las sanciones a Rusia, Irán y Venezuela. Muchas embarcaciones son de bandera falsa y navegan con sistemas de identificación (Transponder) desactivados, estrategia llamada going dark para eludir radares. Realizan transferencias del oro negro en alta mar —ship-to-ship transfers— para esquivar controles internacionales. Según analistas, esta flota fantasma, con cerca de mil embarcaciones, representa el 18% del tráfico global de petroleros. Sus operaciones eluden sanciones y plantean riesgos ambientales y de seguridad, pues muchas naves carecen de seguros y certificaciones adecuadas. El estrecho de Malaca (une las principales economías asiáticas como India, China, Japón y Corea del Sur), por el que circula un tercio del comercio marítimo mundial, es un punto identificado de intensa actividad en este frente. Este mercado ilícito tiene implicaciones económicas significativas, el valor del petróleo transado en el sudeste asiático oscila entre 2.000 y 3.000 millones de dólares anuales. Para Colombia, dependiente de mercados energéticos globales, esta realidad plantea un doble desafío. Por un lado, la necesidad de mantener la integridad y legalidad de sus exportaciones e importaciones y, por otro, la urgencia de fortalecer la cooperación internacional para frenar este comercio ilícito que distorsiona mercados y debilita la gobernanza global. La prioridad debe ser proteger el bienestar común, la transparencia y la cooperación internacional, para evitar que el mercado ilícito ponga en riesgo nuestra estabilidad. Muchos países han tomado medidas y acciones concretas para combatir este mercado. Vigilancia marítima, controles aduaneros, patrullas con tecnología digital y trabajo conjunto entre la Interpol y agencias regionales de seguridad, para el monitoreo de cargas marítimas. El “petróleo fantasma” no solo es un problema de mercado, sino una amenaza a la estabilidad económica y geopolítica mundial que demanda atención urgente y acciones coordinadas.
EE. UU, estableció en abril el Fondo de Ejecución de Sanciones Rusas, US $150 millones, para combatir este fenómeno creciente. Esperemos que los esfuerzos mencionados, y esta cifra, contribuyan a detenerlo. En el caso de Caronte, la moneda era un estímulo para llevar a los muertos en su viejo barco a su lugar de descanso, ahora los recursos están destinados, por el contrario, a evitar que esta flota fantasma surque los mares.