Desde el primer día de gobierno, el presidente Gustavo Petro se ha caracterizado por la insistencia en proponer reformas, entre ellas: reforma tributaria, reforma a la salud, reforma laboral y reforma pensional. Tal vez no ha pensado o contemplado la reforma más importante para su vida, que es cambiar su forma de ser, de pensar; tal vez reformar sus discursos sin sentido, sin coherencia, populistas, inentendibles, retrógrados, fuera de época y de contexto.

Faltando cuatrocientos veintinueve días (429) para el fin de su gobierno y dando por hecho que entregará el poder el siete de agosto de 2026, el peor presidente de la historia de Colombia se dedicó a intentar reformas que fueron rechazadas por el Congreso de la República. Mientras el gobierno de las reformas insistía en imponer su voluntad, la inseguridad se apoderó de las calles de las ciudades, la violencia causó la muerte de los miembros de nuestras fuerzas militares, la sangre de nuestros policías fue derramada por el precio que pusieron sobre sus cabezas, y la paz volvió a desaparecer de nuestro territorio.

No obstante, la prioridad del gobierno del cambio era insistir en una reforma, como si esa fuera la solución radical para mejorar la calidad de vida o devolver la seguridad o las fuentes de empleo a los colombianos. La credibilidad de las instituciones está perdida; los escándalos y los actos de corrupción, de injusticia y de impunidad, se encargaron de destruir la poca confianza que quedaba.

Los últimos dos años y medio de gobierno no han sido nada fáciles para los colombianos. Hemos soportado los avatares que ha generado un gobierno sin un equipo sólido, sin liderazgo, que se pelean como caníbales devorándose entre ellos mismos. No todos se han portado como depredadores, los que tenían un proyecto y seguían los ideales de un verdadero cambio, se han hecho a un lado, sus principios son innegociables y no podían hacer parte de un gobierno que perdió el rumbo. Son pocos los que insisten en permanecer al lado del presidente, Gustavo Petro está solo.

Delirante. Ahora se siente perseguido, en peligro; él sabe que su juego pronto terminará y que su estrategia no funcionó, que él es y será el único responsable de su propio destino. Tal vez sus escuderos ya no lo acompañarán; las hormigas se retiran cuando el azúcar se acaba.

En este gobierno hemos perdido todos, una amarga experiencia que no podremos olvidar; el retroceso repercute en la vida de todos los colombianos. Que la resiliencia y la fuerza del espíritu emprendedor de los colombianos sean el soporte para recuperarnos en poco tiempo de este pésimo gobierno, el que la mayoría de los colombianos eligió. ¡De otro mal gobierno líbranos, Señor y que pasen rápido los próximos 429 días!

@lavozdelderecho