Al recordar nuestra niñez no es extraño que la sonrisa nos invada el rostro y el corazón salte de alegría por los gratos recuerdos de los tiempos en que, con libertad, jugábamos en las calles del barrio con amigos, teniendo aventuras infantiles, con nuestras más valiosas posesiones como el trompo, la bolita de uñita, la cometa, la bola e’ trapo, las chequitas, el yoyó, entre otros. Cada uno de ellos tenía su temporada cíclica. Hoy, la vida de juegos de los niños gira alrededor de una pantalla, bien sea celular, tableta digital, consola de juegos, etc.

La era digital nos provee de dispositivos para facilitar la vida y, lógicamente, nuestros hijos y nietos aprenden desde sus primeros días a utilizarlos, inclusive, con mayores destrezas que nosotros. Lamentablemente, esta revolución también ha llevado a que se redefinan los juegos y la interacción con sus coetáneos; con aparatos tecnológicos que los absorben y aíslan, incluso, en espacios de relacionamiento como las reuniones familiares, los encuentros con amigos; coadyuvando a generar individualismo, soledad, adicción y alteraciones de la salud mental.

Muchos padres se ven a diario en la disyuntiva de permitirles el uso de dispositivos tecnológicos para mantenerlos entretenidos o para que realicen sus deberes escolares, pero, igualmente, se ven en problemas para que, en el momento indicado, los dejen a un lado y, sencillamente, vivan su vida de niños o adolescentes.

El asunto es tan preocupante que la ciencia está documentando los efectos nocivos del uso prematuro y excesivo de las pantallas desde los niños más pequeños. Los hallazgos de un estudio con menores de entre 12 y 36 meses, en Australia, publicado por la revista Jama Pediatrics, en marzo de 2024, sugieren que el aumento del tiempo frente a la pantalla se asocia con una disminución del aprendizaje del lenguaje y valores familiares y las interacciones recíprocas entre niños de esa edad.

Otro dato alarmante se deriva de un estudio de la compañía de ciberseguridad Kaspersky que estableció que, a nivel mundial, al 11 % de los niños se le entrega su primer dispositivo digital antes de alcanzar los cinco años y, para colmo, el 61 % lo obtiene entre los 8 y 12 años.

Esta compleja realidad debe abordarse desde el mismo seno de los hogares, con el diálogo permanente, equilibrando el tiempo en los dispositivos con las demás actividades lúdicas y poniendo horarios específicos. Es importante, además, hablarles a los niños de manera clara sobre los efectos negativos del uso excesivo de estos juegos y de las pantallas.

@Rector_Unisimon