La semana pasada padecí, con profunda tristeza, por la muerte de dos personas a quienes aprecié en grado sumo; uno, muy cercano en la amistad y en el escenario laboral y el otro, un gran referente en el mundo político global. En el contexto local, se trata de la pérdida del entrañable amigo, doctor José Vargas Manotas, director de la Especialización en Neurología de la Universidad Simón Bolívar y, en el orden internacional, la del expresidente del Uruguay, José Alberto Mujica, cuya característica más interesante de su personalidad fue la coherencia entre sus valores y su actuar.
A sus 89 años y padeciendo un cáncer de esófago, Pepe Mujica no dejaba de impactar con sus sabias palabras y poderosas enseñanzas que trascendían a las marquillas políticas e ideológicas. Fue uno de los principales representantes vivos de la izquierda latinoamericana y quien, con éxito, lideró importantes reformas sociales en su país.
A los interrogantes que le hacían reiteradamente sobre su modus vivendi, por lo cual era conocido como “el presidente más pobre”, pues vivía muy modestamente en su granja, junto a su pareja; se movilizaba en el viejo Volkswagen que lo acompañó por muchos años; y donaba el 90 % de su sueldo como mandatario, solía responder que su forma de vida no era rara, que lo raro era cómo vivían los demás presidentes. “Yo estoy viviendo como vive la mayoría de la gente en nuestro país. A los presidentes los tratan de meter en un estereotipo parecido a cómo viven los ricos y poderosos”, señaló. Sobre este calificativo también dijo que “pobres no son los que tienen poco, son los que quieren mucho y no les alcanza nada”.
Reiteradamente enviaba mensajes a los estudiantes, a quienes dijo, por ejemplo, que “triunfar no es llegar, triunfar es levantarse y volver a empezar cada vez que nos caemos, tener el coraje de volver a empezar”, lo que, a su juicio, era aplicable al amor, al plano familiar o al laboral.
Sus reflexiones sobre la vida y la muerte tampoco pasaron desapercibidas: “Si no existiera la muerte, la vida no sería tan sabrosa. La muerte hace de la vida una aventura. El único milagro que hay en el mundo es haber nacido porque había 40 millones de probabilidades que naciera otro y te tocó a vos, pero, como vivir es cotidiano, no le damos valor”.
Seguramente, el pensamiento y el legado de Pepe Mujica perdurarán y se seguirán transmitiendo más allá de las fronteras ideológicas. Su vida fue un ejemplo de que la política y la ética deben ser concordantes y el gobernante debe ser distante de la frivolidad y la vanidad.
@Rector_Unisimon