Las constituciones pacifistas y democráticas de Japón y Alemania, aprobadas en mayo de 1947 y en mayo de 1949 respectivamente, fueron impuestas por las fuerzas aliadas luego de su victoria en la segunda guerra mundial. En ambos casos lideradas por generales estadounidenses: Douglas MacArthur y Dwight Eisenhower, quien fuera luego presidente de EE. UU. En la primera, Japón renuncia a la guerra como derecho soberano y se prohíbe el uso de la fuerza para resolver disputas internacionales. En Alemania, las acciones que perturben la paz, en especial las preparatorias para una guerra de agresión fueron declaradas inconstitucionales. Vencedores y vencidos quisieron exorcizar los espíritus combativos que tantas tragedias volcaron sobre propios y extraños.
Japón mantiene unas Fuerzas de Autodefensa, que aun así limitadas hay quienes las señalan de inconstitucionales. Alemania tiene fuerzas militares pero hasta las misiones de paz requieren aprobación del Parlamento. En ambos ha habido voces a favor de reasumir la militarización y de una mayor autonomía en la defensa de su seguridad e intereses, pero los movimientos pacifistas han mantenido a raya los intentos rearmamentistas. De la treintena de países europeos solo Gran Bretaña y Francia poseen armas nucleares.
Estados Unidos se echó al hombro la defensa del mundo democrático y de libre empresa ante el creciente totalitarismo soviético. A su sombra prosperaron varias generaciones de europeos y japoneses pacifistas y mimados por estados benefactores. Las aventuras expansionistas parecían contenidas. Tres cuartos de siglo de Pax Americana, no exenta de guerras acotadas, dieron a EE. UU. una hegemonía económica y geopolítica. Baste recordar la opinión de Giscard d’Estaing, exministro de finanzas francés, sobre el “privilegio exorbitante” de tener el dólar como moneda de reserva mundial.
Irrumpieron entonces nuevos actores en el teatro de la historia. Putin conquista Crimea en 2014 y lanza una guerra de invasión a Ucrania en 2022, reviviendo así los espíritus imperialistas de zares y soviets. En Zelenzky reaparece el espíritu de la resistencia, con su frase para la historia: “no necesito que me recojan, necesito municiones”. Trump en 2025 abandona la incondicionalidad del papel de árbitro de última instancia tenido por seguro por sus aliados. Agresión cierta y protección incierta hacen el rearme de éstos inevitable e irreversible. La voluntad de hacerlo comienza con el rearme de los espíritus.
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