Hace unas tres décadas conocí en mi pueblo al político más inteligente de la comarca. Lo ayudaba un poco su apariencia física, pero mucho más sus habilidades blandas. No era un avión, pero volaba sin gasolina: liderazgo, inteligencia emocional, pensamiento estratégico, creatividad y comunicación efectiva. No era profesional en nada, pero ganaba más que un doctor y su felicidad desbordaba los límites terrenales. En una parranda de amigos lideraba la reunión, recogía para el whisky sin aportar un peso, brindaba y bailaba, y al final terminaba alegre y con dinero en el bolsillo. Todos partían borrachos de felicidad.
Esta historia macondiana me hizo pensar que es posible diseñar un proyecto político para llegar al Congreso de la República con poco dinero, sin la condición previa de pertenecer a una familia poderosa, a un clan político, a un grupo económico que maneja al país o a un aliado de una banda al margen de la ley con la tula llena de dólares frescos provenientes de las montañas del Cauca. En efecto, lancé la idea de ser candidato al Senado y reuní a un pequeño grupo de amigos para escuchar sus planteamientos. Lo primero que me expresaron: ¿dónde está la financiación de la campaña? Eso es lo que no hay, fue la respuesta. Mi capital político son unos 100 votos, pero el día de las elecciones el 50% se tuerce.
En Colombia hacer una campaña electoral sin dinero es una locura. Pero locos es lo que hay en este país. Sin locos no hay democracia. Al respecto, Albert Einstein dijo: “Locura es hacer lo mismo una y otra vez y esperar resultados diferentes”. Pero, hagamos el ejercicio académico, una simulación de una campaña electoral con mucha estrategia electoral y marketing político.
Partamos entonces en que ya alcanzamos nuestro objetivo y que tenemos la credencial en mano. ¿Qué sigue ahora?
1.Iniciamos nuestro trabajo legislativo con la revisión de las normas que señalan las atribuciones, prohibiciones, incompatibilidades y conflictos de intereses para no caer en una posible causal de pérdida de investidura. Muchos Congresistas llegan sin saber cuáles son sus funciones.
2.Tendría como libros de cabecera La Biblia y la Constitución Política. Nos aprenderíamos al pie de la letra el Preámbulo, los artículos 1, 2, 4, 6, 123, 173, 174, 180, 183 y 209 de esta norma. Además, los artículos 37 a 45 del Código General Disciplinario.
No solo basta trabajar duro para llegar al Senado de la República, sino prepararse para actuar con eficiencia, y no pasar los cuatro años de la legislatura “sin ton ni son”.