El gobierno del cambio ha sido errático en la designación de sus ministros, consejeros y representantes en las mas altas dignidades de la administración nacional.
Aunque, la salida inolvidable de Petro al manifestar: “yo no lo crié”, en pleno escándalo protagonizado por su hijo Nicolás, fue tan dura como desafortunada.
Lo cierto es que los miembros cercanos de la familia presidencial pareciesen haberse puesto de acuerdo para tirarle, no precisamente rosas, al gobierno del cambio, gestión que día a día supera con creces a la de los gobiernos tradicionales, que nos tenían hastiados pero que con el actual pareciera, es el “apaga y vámonos”, especialmente en cuanto a corrupción se refiere.
Es inevitable la implosión del gobierno del presidente Petro como resultado del “Golpe de Estado Blando”, del que es objeto por parte de un lado, de los miembros de su gobierno y de otro lado, por parte de sus propios familiares.
Así mismo, contribuye determinantemente para tal autodestrucción, el hecho grave que, con corte a julio de la presente anualidad, tras dos años de gobierno del presidente Petro, haya tenido el imperdonable error, por no decir carencia de conocimiento gubernamental, de nombrar 37 ministros y 54 viceministros.
Tal circunstancia administrativa, que no es de poca monta, denota carencias cognitivas y de habilidades de dirección del Estado, de quien debería ser un estadista.
Pues es diáfano que las políticas públicas en gran medida emanan de los ministerios y de las instituciones administrativas del Estado o administración central, liderados por el presidente Petro.
Sin embargo, la corrupción es uno de los factores más determinantes para la autodestrucción del gobierno Petro. No debemos conformarnos con el discurso manido de que todos los gobiernos han robado, que los funcionarios robaron a “sus espaldas” o que en la familia siempre hay una “oveja negra” que la embarre.
No, el presidente Petro se hizo elegir con la bandera del cambio, el cual no se avizora en los próximos dos años de gobierno que le faltan.
Infortunadamente, la capacidad autocrítica de la personalidad del presidente Petro y de sus seguidores es nula, razón suficiente que no atajará la implosión de su gobierno.
Pero tal debacle gubernamental no es exclusiva de Petro, sino que comparte responsabilidad con una oposición inane y perversa, que hizo el peor de los trabajos para terminar de destruir al país.
Lo feo del asunto es que hoy no hay un líder estadista del centro, quien se constituya en la alternativa de poder que Colombia necesita, más allá del odio visceral que nos ofrecen los sempiternos candidatos de la izquierda y derecha, quienes sin rubor ya se están presentando como precandidatos presidenciales 2026.
@orlandocaba