De los hermanos Arrieta, el único que tenía la estatura y la corpulencia física que se le exige a un catcher en las grandes ligas era Pablo Arrieta, pero este también estaba invadido por el desconocimiento o la indiferencia -escoja el lector una de las dos- que se le pide a un receptor para ser miembro de las grandes ligas.

Como en aquellos días se bloqueaba el home, chocar con Pablo Arrieta y sus 190 libras cuando muy joven y 210 cuando ya entraba a la juventud curtido de facultades era como chocar con la muralla de Cartagena. Pablo lo reunía todo a la hora de calificar a un catcher:

Tiraba agachado a segunda base para coger a un corredor que salía al robo, y luego cuando se incorporaba era un strike tremendo el que iba a segunda base en plan de robo. Como bateador era hombre que traía al plato los corredores de su equipo.

Como alguna vez escribimos sobre Pablo Arrieta le hicimos una broma a los lectores: que cuando se había bateado en Colombia el home run más largo del mundo y ofrecíamos una bola autografiado como premio al ganador. Por supuesto, nadie acertó y explicamos que un home run de Pablo en Cartagena, jugando para el Rapidol en el campo de la Matuna, la bola cayó sobre un vagón del tren que iba a calamar y a manera de broma medimos la distancia de la pelota que llegaba en un vagón para calificarlo del home run más largo del mundo.

Pero también referimos -bromas aparte- la vez que Pablo en Barranquilla se quitó la máscara que le molestaba por chica en el séptimo inning y un bateador, con intención o sin esta, agitó su bate y le pegó en la barbilla a Pablo causándole fractura.

Había que conocer como era Pablo en materia de temperamento. Se negó a salir del juego y lo terminó, que fue cuando accedió a ir a una clínica. Así era Pablo Arrieta como hombre, ‘cojonudo’ hasta lo último.

No quisiéramos hablar de eso, pero un grupo de sus amigos organizó un homenaje a Pablo a los 8 días de cumplido el que se le hizo al ‘Venao’ Flórez, que ha sido único en la historia de Colombia. Por aquello que dice “segundas partes nunca fueron buenas” el homenaje a Pablo en el Tomas Arrieta fue un fracaso rotundo. Ni fue la gente, ni el comercio barranquillero que tan generoso fue con el ‘Venao’ no dio ni un lapicito de color.

¿Por qué en aquellos años 40 y 50, con tantos peloteros brillantes ninguno miró hacia las Grandes Ligas? Que lo diga Moya, pero fue una época en que pudo haber en las mayores -al cabo de un ascenso metódico- entre 15 y 20 big leaguers colombianos, no los tres o cuatro que tenemos ahora.