¿Existe un saber tradicional de las mujeres? Mientras realizaba una entrevista a un pescador indígena en una localidad costera de La Guajira, la mamá de este, que nos escuchaba silenciosa, dejó su rol pasivo de oyente y comenzó a participar activamente en la conversación dando respuestas detalladas y reveladoras acerca de distintos aspectos del mar, los seres marinos y la navegación. Deliberadamente no había centrado mi investigación en las mujeres, pues los pescadores afirmaban que ellas no pescaban y, en consecuencia, no sabían mucho del mar. Las cifras parecían corroborar esa aseveración, pues a lo largo de la costa de la península solo había encontrado a dos mujeres pescadoras, mientras que sus compañeros hombres se contaban por miles. Sin embargo, las facetas del universo marino que dicha mujer había expuesto me llevaron a concluir que el estudio podría desaprovechar una perspectiva enriquecedora que incluía imágenes acerca de la pesca, valores y metáforas que proveían sentido y atención de los humanos hacia el mar.

La anciana mujer del litoral contaba cómo la actitud de los pescadores hacia sus presas puede comprender intensas interacciones emocionales. Entre los pescadores wayuu la pesca tradicional de tortugas puede basarse en modelos sociales como la relación de amor entre hombre y mujer. Esta concepción la comparten sus mujeres humanas quienes sienten celos de sus rivales marinas, ya que los pescadores suelen dedicar a las tortugas gran parte de su tiempo y les obsequian las espumas en forma de flores que se forman en la estela dejada por su canoa. Una mujer mayor me habló de cómo los diversos vientos podían establecer vínculos amorosos, alianzas benéficas o mantener relaciones antagónicas entre ellos desde los tiempos mitológicos. Otras mujeres narraron cómo algunas aves marinas fueron en sus orígenes esposas infieles que fueron llevadas por sus maridos hasta islas lejanas en donde se transformaron en aves conservando en sus patas y cuellos sus pulseras y collares rojizos. Todas estas narraciones se encuentran alineadas con un pensamiento indígena que concibe al universo formado por comunidades de seres sintientes que adoptan una variedad de formas corporales.

La antropóloga Shubhra Gururani considera que los conocimientos que poseen hombres y mujeres no se deben a una propensión natural, sino que se elaboran en el seno de una sociedad, en marcos geográficos e históricos específicos. En la vida cotidiana los conocimientos son difusos, no siempre están bien expresados y, a menudo, su distribución es desigual. Ellos están mediados por relaciones de poder y autoridad. De allí lo difícil que les resulta a muchas mujeres el tomar conciencia de su propio saber y enunciarlo claramente. Según dicha autora, para obrar en favor de la mujer “no basta con reconocer la singularidad del saber femenino: se deben examinar también las dimensiones culturales de la articulación del poder y el saber que marginan a la mujer y sus conocimientos”. Solo así podemos propiciar que el saber de las mujeres se exprese, se difunda y jamás se silencie.

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