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La Corte Suprema de Justicia le ordenó al Instituto Penitenciario y Carcelario (Inpec) que traslade a un Centro Especial de Reclusión a Andrea Esperanza Valdés, reclusa que denunció que fue víctima de abuso sexual por parte de dos guardias de esa institución mientras permanecía en la cárcel El Pedregal, en Medellín.

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La decisión la tomó el magistrado Gerson Chaverra Castro y el fallo fue emitido el pasado 8 de julio, dándoles cinco días a las autoridades involucradas en el caso para dar efecto al traslado.

En diálogo con Noticias Caracol, Valdés aseguró que su viacrucis al interior del centro de reclusión comenzó cuando se rehusó a permitir el ingreso de drogas, por lo que fue “castigada” por esta situación. Privadas de la libertad le causaban daño.

“Utilizaron a las internas, a mis compañeras, a otras privadas de la libertad, para que me rayaran la cara y me cortaran el cabello como retaliaciones a esas denuncias que yo había instaurado al interior de ese establecimiento”, relató en el medio en mención.

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Pero lo peor aún no llegaba, fue el 29 de agosto del año pasado cuando uno de los dragoneantes entró a la celda de la Unidad de Tratamiento Especial (UTE) a la que fue trasladada tras las denuncias por la violencia ejercida en su contra.

“Él entró (el guardia), no sé si a saciar su deseo carnal o no sé qué es lo que tenía en la mente esa persona para hacerme eso. Me levanto y pues yo tenía un top y el pantalón del pijama. Ya él me toma el brazo y me tira al planchón, allá es un solo planchón con la ducha y todo. Y empieza a tapar, me tapa la boca, yo empiezo a gritar. Yo empiezo a gritar fuertemente, pero como le digo, eso es un lugar muy desolado, nadie lo puede escuchar a uno”, contó en marzo.

Los vejámenes sexuales a los que fue sometida eran en represalia por sus denuncias por el ingreso de estupefacientes a la cárcel, eso quedó claro con el mensaje que le dio el dragoneante antes de marcharse de la celda: “Siga llamando a esas fundacioncitas y póngase a denunciar y verá que ahí sí la legalizamos”.

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“Legalizar” en la jerga carcelaria se refiere a asesinar, por eso Andrea prefirió guardar silencio y no decir nada más. No obstante, quedarse callada no fue impedimento para que siguiera siendo víctima de abusos. La segunda vez que fue sometida fue por parte de otro guardián días después del primero.

“Él abre esa celda y es para hacerme lo mismo que me hizo el primer sujeto, sí, para hacerme este acceso violento. Para mí, porque ya fue más grosero, más atarván, más animal, porque para mí ni un psicópata ni un hombre que esté mal de la cabeza haría eso, más atarván, más abusivo (…) Cuando ya este tipo vuelve y más o menos me repite casi lo mismo: que tuviera el pico totalmente cerrado porque si no me lo cerraban”, explicó a Noticias Caracol.