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El día antes de que lo asesinaran, Carlos Pizarro, cofundador de la guerrilla del M-19, le profetizó a su hija, en ese entonces la pequeña María José Pizarro, que la muerte pronto iba a tocar la puerta de su familia. Su premonición se hizo realidad pocas horas después: un sicario lo asesinó con disparos de una miniuzi en un vuelo que cubría la ruta Bogotá- Barranquilla. El crimen, en el que se comprobó una alianza entre paramilitares y estado, no ha sido del todo esclarecido. Por eso la hoy senadora del Pacto Histórico sigue en su búsqueda de verdad y sanación.

Hoy, hace 35 años (día de la entrevista), su papá fue asesinado. Tenía pensado venir a estas instalaciones...

Siempre es un honor estar en EL HERALDO, especialmente porque mi padre venía justo a una entrevista aquí. Estar 35 años después en este espacio es un honor y un placer. Hoy hemos decidido rehacer los pasos que él iba a dar en su momento. Él estaba viajando hacia Barranquilla para iniciar una gira por el Caribe, que lamentablemente no pudo completar debido a su asesinato. Sobre las 10 de la mañana cuando el vuelo ya había despegado de Bogotá pues un sicario se levantó de su silla, entra al baño, coge el arma que estaba allí escondida, una miniuzi y lo asesina. Es un día conmovedor, pero también esperanzador. Hoy estamos aquí, en Barranquilla, reconstruyendo el mañana y honrando su legado.

Cuando abordó el avión, ¿qué pasó por su cabeza? ¿Se le vinieron recuerdos o sentimientos de tristeza?

Honestamente, pensé que ya lo teníamos más controlado. Llevamos más de 25 años reconstruyendo la memoria de mi padre, pero al abordar el avión, el hecho de que fuera el mismo día y la misma hora que él voló, trajo recuerdos. Pensé en lo que sucedió en ese vuelo, en los pasajeros que vivieron momentos de miedo y angustia. Una mujer me contó que perdió a su hijo tras el tiroteo. Fue un momento difícil, pero aterrizar en Barranquilla nos trajo una sensación de superación. Pasamos de la angustia a la esperanza.

Persisten muchas dudas sobre el asesinato de su padre. ¿Cree que aún faltan vacíos por resolver y responsables por señalar?

Sin duda. Aunque se sabe que hubo una alianza entre paramilitares y agentes del DAS, no se conocen todos los responsables. Sabemos que el sicario fue asesinado después de rendirse, y que el aparato estatal estuvo involucrado en su muerte. Hoy, algunos responsables están condenados, pero otros siguen libres. La justicia ha sido tardía. La Fiscalía sigue investigando, pero aún faltan avances importantes. A pesar de los avances, el proceso sigue siendo lento y muchos de los responsables ya no están entre nosotros. Lo que más buscamos es saber quién dio la orden, esa es la verdad que necesitamos encontrar.

¿La sociedad colombiana ha sanado sus heridas del conflicto?

No, lamentablemente no. Colombia sigue arrastrando profundas heridas que no hemos logrado sanar. Vivimos en una sociedad dividida, donde las diferentes fuerzas se contraponen, y no hemos logrado superar esas divisiones. Aprender a dirimir nuestros conflictos de manera democrática es fundamental. El problema no es el conflicto en sí, sino cómo lo resolvemos. Colombia no ha aprendido a sanar sus heridas ni a dirimir sus disputas de manera pacífica. Esto se refleja en el constante ciclo de violencia, y la sociedad sigue atrapada en ese conflicto de narrativas. Necesitamos verdad, justicia y reparación para que podamos avanzar como país.

Parece que los problemas de Colombia no han cambiado mucho en este tiempo…

Creo que mi padre seguiría luchando por la verdad, por una Colombia más justa y pacífica. Aunque las circunstancias han cambiado, los problemas fundamentales siguen siendo los mismos. La falta de justicia, la división en la sociedad, y la incapacidad de superar el conflicto armado. Mi padre siempre creyó en la necesidad de construir una nación unida, con una democracia sólida que permitiera dirimir los conflictos de manera pacífica y no violenta. Lamentablemente, Colombia sigue teniendo problemas muy similares a los de su época. La diferencia es que ahora somos una sociedad más consciente de nuestras heridas, pero aún nos falta mucho por sanar.

Es evidente que en la política actual tanto figuras de izquierda, derecha como de centro están más enfocados en las acusaciones y en los insultos que en soluciones. ¿En qué momento puede esto frenar, senadora?

Lo primero que debemos entender, quienes estamos en política, es que el debate no es personal, no es sobre las personas, sino sobre las ideas. La descalificación constante del contradictor político solo exacerba los ánimos. Debemos aprender a debatir sobre los modelos de país que cada uno defiende. Es normal que existan distintas visiones, incluso necesarias. Lo que necesitamos es dejar atrás las confrontaciones personales y avanzar hacia un debate centrado en las ideas.

¿Pero cómo construir un modelo de país que supere la confrontación política?

Necesitamos construir un plan para Colombia a largo plazo, para los próximos 20 o 30 años, que se cumpla independientemente de quién esté gobernando. Esto solo será posible si somos capaces de reconocer que existen distintas visiones y que la democracia se basa en la sana competencia política. No podemos regresar a los tiempos de exterminio político ni a la violencia.

¿Qué opina sobre el papel de la izquierda en el gobierno actual?

Lo cierto es que durante 3 años y medio hemos tenido una resistencia a la posibilidad de ese cambio. Y es necesario que la élite política, que los poderes fácticos de este país, que los poderes locales y regionales, estas castas, estos clanes en las regiones, entiendan que por primera vez las necesidades de la gente tienen que estar por delante y por supuesto tenemos visiones diferentes. Pero para sacar este país adelante tendremos que dialogar entre quienes defendemos la democracia.