Carnaval De Barranquilla | EL HERALDO

El Heraldo
La agrupación folclórica de la Fundación Amigos de la Convivencia Deportiva y Cultural tiene 23 niños. César Bolívar

Raima, esperanza de vida al son de la tambora

Niños del barrio Nelson Mandela de Cartagena participaron del desfile del Carnaval de los Niños 2020 para contrarrestar con el folclor las dificultades que viven en su entorno. 

Sofía Jiménez no duerme desde hace dos noches. Sus ojos enormes estaban abiertos como platos, observándolo todo...expectantes. ¡Es por la emoción!, dice la pequeña de 12 años —que aparenta 8 o 9 por su delgadez y corta estatura—.

Es la primera vez que Sofía viene a Barranquilla. Viajó por carretera perdida en el paisaje que veía por la ventana desde una silla cómoda y reclinable.

Lo que más le sorprendió del viaje es que el bus tenía baño. “No sabía que un bus podía tener uno”, cuenta con la inocencia —casi paradójica— de alguien que ha visto poco, pero ha vivido mucho.

Vestía una pollera de colores neón y llevaba flores sobre su cabeza. Su cabello, recogido en un moño dejaba salir unos pocos mechones desordenados. El sol empezaba a calentar pero parecía no sentirlo. Agitaba su falda con aparente nerviosismo. En pocos minutos viviría uno de los momentos más importantes de su corta vida: el desfile del Carnaval de los Niños.

Sofía hace parte de un grupo de 23  niños provenientes del Barrio Nelson Mandela de Cartagena que buscan mitigar, a través del folclor, las diversas problemáticas sociales que enfrentan en ese olvidado y vulnerado sector de la ciudad.

El proyecto hace parte de la Fundación Amigos de la Convivencia Deportiva y Cultural que tiene como plan bandera obsequiarle un poco de alegría a niños que viven en la pobreza extrema y atraviesan difíciles situaciones sociales. 

“Muchos de estos niños viven en casas de tablas, con piso de arena. Algunos  sin las condiciones básicas para vivir dignamente. Tenemos una escuela de béisbol para trabajar a través del deporte y  la escuela de danza Raima, que significa Raíces de Mandela buscamos que liberen tensiones que tienen a diario en sus hogares”, manifiesta Jennifer Martínez, quien dirige la actividad.

La escuela de Danza Raima tiene dos años de haber sido creada y por segundo año consecutivo participan en el Desfile de los Niños del Carnaval de  Barranquilla.

Jennifer explica que intentó que los niños bailaran en las Fiestas de la Independencia de Cartagena; no obstante, el Cabildo de Getsemaní le dio una respuesta de aprobación tardía.

“Me aceptaron a los niños ocho días antes de las fiestas. Resultó imposible conseguir el vestuario, la hidratación, el transporte en tan poco tiempo. Desde entonces, decidí traerlos a la fiesta de los Niños en Barranquilla”.

Para cumplir “el sueño” de estos pequeños de presentarse este año en el desfile, los miembros de la fundación vendieron  pasteles, perros calientes, chuzos, hicieron rifas, buscaron benefactores y muchas otras actividades para obtener recursos. 

“Cuando vemos la felicidad en el rostro de estos chiquillos que han sufrido tanto a tan corta edad, sabemos que todo ha valido la pena”, decía Jennifer, psicóloga de profesión, mientras le retocaba el maquillaje de una de sus bailarinas.

 Yuranis Crespo, Mileidis Ahumedo, Maura Faneite, Edwin Jiménez, Miledis Jiménez, entre otros pequeños se preparaban para el pitazo de salida en el puesto 89, luego de que empezara la marcha del grupo que los antecedía en el desfile.

“Con la coreografía y el montaje quisimos que conocieran su folclor, que bailaran la música ancestral del Caribe colombiano, que vivieran de cerca sus raíces y le dieran el valor que tiene su cultura. Por eso escogimos esos ritmos”, apunta.

Polleras ondeantes , sombreros arriba —como esperando una fotografía— y una amplia sonrisa. Tras el aviso, Raima, dio rienda suelta  su festín por las calles de La Arenosa a son de fandango, cumbia y bailes cantados en una faena de júbilo y celebración por la vida.

Para ellos, en ese momento no existía la pobreza o la desigualdad, solo la mayor de las recompensas: los aplausos.

Dany Luz Arroyo, otra de las integrantes del grupo dice haber vivido (el domingo) “uno de los momentos más felices de su vida”.

La niña, de ocho años, vio a una ardilla treparse con agilidad sobre un frondoso árbol. Sorprendida y fascinada buscó a su maestra para contarle lo que había visto, “un animal extraño”. 

 Le dijo: “Seño, yo pensé que las ardillas solo existían en la televisión”.

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