Múltiples investigaciones han demostrado que el cerebro del feminicida encuentra en la violencia una forma de manifestar su sinsabor. Son estudiados, tienen empleo y carecen de antecedentes sociales o penales. Incluso en el trabajo se llevan bien con sus compañeros.
El sodio puede llegar a afectar el desarrollo saludable del cerebro del feto y del niño de corta edad.
Entre las primeras medidas figuran la congelación de nuevas contrataciones “excepto en las áreas más críticas” y la limitación del reemplazo de equipos tecnológicos.
Este trastorno afecta a más de 280 millones de personas a nivel global.
Se ha detectado en la provincia de Kwango, en la República Democrática del Congo.