Calarcá es un símbolo de coyuntura. Detrás están Mordisco y las disidencias, los elenos, el Clan del Golfo en diálogos socio-jurídicos en Doha; centenares de bandas y más de 25.000 bandidos amenazando a 52 millones de colombianos. Como ha insistido María Fernanda Cabal, detrás está… “la democracia en peligro”.
Lo que estamos viendo es la sustitución del Estado y su institucionalidad por una alianza del Gobierno con grupos armados ilegales a los que no se combate sino que se protege y cuyo protagonismo y alcances se harán más relevantes a medida que nos acerquemos a las elecciones.
Indudablemente, se requiere una mayor presencia del Estado en las numerosas poblaciones que hoy padecen este drama humanitario complejo, viviendo en medio del temor por el accionar delictivo de los grupos ilegales.
En la actual coyuntura política, le dedico esta columna a varios amigos proclives a intentar salvar su conciencia absteniéndose de votar, votando en blanco, o “yéndose a ver ballenas” si la realidad no les permite escoger entre “dos cosas que me gusten”.
Calarcá fue liberado por orden de Petro, quien lo nombró gestor de paz, y de la Fiscal, con la peregrina tesis de que solo podría ser detenido si estuviera cometiendo un crimen de lesa humanidad.mbres fuertes de Petro