Todo lo que quieras pedir, pídelo por los méritos de un mejor gobierno, y sin populismo y con integridad poco te será negado. Haz que después de tanto discurso, aprendamos de nuevo a gobernarnos con rigor, corazón generoso y firmeza con el delito.
No permitamos que la alegría de este tiempo se quede en las luces, los abrazos, el espectáculo y los símbolos. Dejemos que esa alegría ayude a sanar las heridas más profundas que tenemos y nos lleve a reconstruir relaciones respetuosas, sanas y funcionales, buscando siempre generar espacios de dignidad en los que todos nos podamos realizar.
Y el próximo año, con elecciones ese riesgo será aún mayor y ahí más firmes debemos estar. La Navidad nos recuerda que antes que bandos, somos personas; antes que diferencias, comunidad. Cuando volvemos a la mesa, como familia, la esperanza no se pierde. Cerramos un año duro. Abrimos otro desafiante.
La Navidad, al final, es eso: una temporada para agradecer, pero también para mirar hacia adentro. Para reconocer nuestras propias oportunidades y recordar las que otros no tienen. Para entender que la dignidad no depende de la situación jurídica de nadie. Que todos, absolutamente todos, merecemos una segunda oportunidad.
El manejo de la salud debe incluir políticas públicas para el uso racional y control de los antibióticos. Educación desde la casa, en escuelas, universidades y en los sitios de trabajo.