Alvarito fue tu esencia luz de vida compartida, hoy nos duele tu partida pero nos queda tu presencia. Tu memoria es la conciencia que ilumina el duro andar, tu amistad nos va a guiar, compañero verdadero, en el recuerdo sincero No te vamos a olvidar.
La décima, tan acostumbrada a celebrar la vida en las parrandas, esta vez se volvió lamento. El pasado 25 de septiembre se apagó la voz de Álvaro Lara, ‘El Fuete’, a los 58 años. Nació en Baranoa, pero fue Malambo la tierra que lo adoptó y desde donde construyó una huella que hoy pesa en el recuerdo colectivo: la del decimero que supo mezclar nobleza con chispa, contundencia con sensibilidad.
Lisandro Polo Rodríguez, compañero de tantas contiendas y jaranas, lo define con sencillez: “A Álvaro se le recuerda como un ser humano generoso y noble, muy sencillo; un amigo que con su ejemplo y palabra seguirá viviendo en quienes lo conocimos. Amante del vallenato y muy carnavalero”.
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Pero reducirlo solo a esas virtudes sería injusto. En la tarima, en la piquería, Lara sacaba un filo particular. No había improvisación que no sonara clara, ni verso que no se sintiera con la fuerza de lo humano.
“Lo más destacado de ‘El Fuete’ como decimero era su rima clara y sentida; contundente en el verso, sobre todo en la piquería. Y como persona era un hombre de valores, valoraba la amistad, muy noble y sensible”, detalla el también decimero.
Una piquería única
Corría el año 2023, Festival de Decimeros en Malambo. La tarima ardía, los versos cruzaban como machetes en duelo. Enfrente, Lisandro Polo y Álvaro ‘El Fuete’ se midieron sin concesiones. La balanza se inclinó hacia Lara en la piquería, aunque el resultado final dio a Polo el triunfo. Aun así, lo que quedó no fue una herida, sino una enseñanza.
Lisandro recuerda aquel episodio con una décima que hoy suena a memoria compartida:
“Molesto fue a la oficina, quería probar mi destreza, si en verdad mi rima empieza a encender llama divina. Pero el tiempo, todo afina, nos mostró la otra victoria: no es un golpe, es la memoria quien dicta al final sentencia, y quedó como experiencia dos amigos en la historia”.
De esa confrontación nació algo más grande: la certeza de que la décima no es un campo de batalla, sino un camino de unión. “Así comprendió mi hermano —remata Polo— que la décima no es pelea, solo la amistad flamea un lazo noble y humano. Y aunque discutió temprano, luego la risa vencía”.
Carismático en la décima
Para Danny Zora Silvera, otro de los grandes compañeros de Lara, la primera imagen que aparece es la de la parranda. “Recuerdo a Álvaro como uno de los primeros decimeros con los que compartí. Una parranda decimera fue el escenario perfecto para darle rienda suelta a la improvisación y reconocer lugares emblemáticos en Soledad, como el estadero de los Hermanos Jiménez”.
De esas madrugadas de canto quedó la certeza de que ‘El Fuete’ era distinto: “Era el más carismático. El decimero amigo de todos. Su chispa lo hizo merecedor de compartir la tarima con los más grandes exponentes de la décima. Con la muerte de Álvaro, Malambo y la décima pierden a uno de sus más fieles exponentes. Y queda huérfana la expresión de la décima en Malambo”.
Zora, que conoce bien el pulso de los festivales, recuerda también las rivalidades amistosas. En el Festival de Decimeros del Atlántico de 2023, todos lo daban como campeón, pero la inspiración se inclinó hacia Lara: “Quizás esa noche la chispa estuvo de su lado y se alzó como campeón. A raíz de eso hubo una controversia sana entre ‘El Fuete’ y ‘El Comandante’. Al año siguiente, en el Encuentro de Decimeros del Caribe, bajo la dirección de Lisandro Polo, nos quitamos la rasquiñita”.
La anécdota no se cuenta con amargura, sino con gratitud. Porque, al final, lo que queda no es el resultado de un jurado, sino la hermandad que se forja en el verso compartido. “Hoy he llorado a Álvaro Lara —admite Zora—, un hijo de la décima y fiel representante de nuestra tradición oral. Su vacío será tan grande como su legado”.
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Una voz que hace falta
La partida de ‘El Fuete’ deja un hueco profundo. Lisandro Polo asegura: “La décima pierde una voz genuina y comprometida, un estilo que unía sentimiento y contundencia; se apaga un timbre único que daba fuerza y humanidad al verso, dejando un vacío difícil de llenar en la tradición poética”.
Pero ese vacío también se convierte en llamado. Danny Zora añade: “Las autoridades municipales de Malambo deben trabajar desde ya para salvaguardar la décima en ese municipio, que se ha caracterizado por tener grandes juglares. La muerte de Álvaro es la fiel reflexión de trabajar por la décima en Malambo”.