“A mí me conocen en Bolívar como la mujer de las mochilas en los hombros, porque esa es mi forma de mostrarles a los compradores todos los productos que hacemos”, así se presenta Nereida Acosta, quien lidera el proceso de realización de mochilas con su grupo de artesanas.
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Además de sus técnicas ancestrales, ella utiliza residuos textiles para evitar que estos lleguen a los rellenos sanitarios y sumarse a la circularidad de los productos que aún tienen vida en el mundo del arte, la artesanía y la moda.
Para Acosta, asistir a todas las ferias de artesanía en Colombia también es una forma de tejer sueños y tejer realidades, puesto que esta no está establecida como actividad económica, aunque el 70 % de los colombianos se dediquen a la artesanía. Para ella, las personas deben ser más conscientes de que este país es tejido a mano y que no dejará de trabajar, para que cada día la industria siga creciendo.
Tejiendo territorio
Cada mochila tejida a mano cuenta una historia única. Los colores, patrones y materiales elegidos por las artesanas reflejan su identidad, sus vivencias y la conexión profunda que tienen con su tierra. “Tejer una mochila es más que un trabajo; es un acto de amor y resistencia”. Así lo afirma Nereida, pero antes de dedicarse a lo artesanal no valoraba los frutos que su tierra puede dar.
“Esto es una herencia familiar, pues mi mamá se llamaba Elisa y por eso es que le pusimos ‘Artelisa’ a nuestra marca, todo lo que nosotros le dedicamos a las mamás emana una belleza natural. Duré muchísimos años para poder adentrarme más en este mundo, porque cuando estamos acostumbrados a tener algo en nuestras vidas, no tenemos la capacidad de apreciarlo como debe ser”, expresó.
La artesana tiene distintos talleres donde no solo se trabaja el concepto de sostenibilidad, sino también el de la sanación y el alivio que da dedicarse horas haciendo una pieza. Igualmente recalca el empoderamiento de la mujer artesana, puesto que muchas son las responsables de sostener el hogar.
“La artesanía es una práctica milenaria, pero también genera autoestima muy baja, porque casi nunca se le da el valor, y quiero aclarar que no es por culpa del cliente, sino de quien realiza estas piezas. Hay que prepararse muy bien para saber los costos y otros valores que hay que tener en cuenta, es que el solo hecho de hacerlo a mano le aporta un valor, yo creo que eso es lo que más vale”, anotó.
Más preparada que nunca
La ‘artelista’, como ella se hizo llamar, desde el 2019 se ha venido preparando para poder llevar este emprendimiento a otro nivel. La artesanía es el lenguaje cultural de los pueblos. Cuando Nereida entendió esto comenzó a hacer una transición.
“Una vez llegué a San Jacinto y encontré un rincón lleno de mochilas y la cotidianidad de la familia sanjacintera empecé a tejer para ayudar al sustento de mi casa, pues estaba pasando por una necesidad económica, mis sobrinos las vendían aquí en Barranquilla porque estudiaban en las universidades y aprovechaban con sus compañeros. Pero hubo un momento en el que no pudieron vender más y ahí entré yo”.
Nereida ha tenido que estudiar diseño; investigar sobre arquitectura y arqueología de las técnicas ancestrales eleva su arte. Actualmente está realizando un máster en Agronegocios, que es sobre negocios verdes, y por esta razón asumió el premio ambiental Gemas.
“Una mochila tiene una vida útil de 40 años, son eternas. Aparte de eso, la mochila inicialmente era una pieza usada por los hombres. Ellos llevaban el tabaco, la panela, el bollo y otro alimentos para cumplir su jornada en el monte; pero nosotras, como siempre, llegamos a adueñarnos de todo, y actualmente la mochila hace parte de 10 de las piezas artesanales más usadas en el mundo”, dijo entre risas.
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Además de ser artesana, Acosta dicta conferencias en las que enseña a mujeres a tejer con el alma, siempre llevando el mensaje de sostenibilidad. Por ello, su historia estará presente entre las 8 mujeres más destacadas en la defensa y protección del medio ambiente en Colombia.