Las brisas que en otros tiempos señalaban que diciembre había llegado, aparecieron por arte de magia para darle a esta Navidad el encanto de siempre. El regalo en esta época especial de regocijo, engalana a esta ciudad con la séptima estrella, luchada y conquistada en tierra extraña con sabor a café. La estrella prometida en tardes heroicas tiene ya sabor a río y mar.
Le pertenece al Junior de Barranquilla, un equipo de obreros, de luchadores, de hombres con carácter, que jamás claudicaron. Cada jornada en esta corta liguilla, estuvo revestida por esa dosis de ansiedad, producto del esfuerzo generalizado para salir airoso. Esa comunión lograda entre jugador-público, llevó a este equipo de la mano, que como nunca está salpicado con ese ingrediente extra que permite ganar batallas y que muchos describen como fuego en el corazón.
La última jornada en la fría capital caldense, cuando el blanco-blanco era una columna de ataque hacia el arco tiburón, la figura de Sebastián Viera, apareció como el ángel guardián de ese pórtico bombardeado por todos los lados. El grito de gol se ahogó en más de una oportunidad en las frías y agónicas gradas. Viera, uruguayo de nacionalidad, fiel a esa mística y garra charrúa, se erigía como la figura del encuentro.
Tapó de todo, por arriba y por abajo, en una de esas, considerada la atajada de la noche, sacó una pelota con sello de gol, cuando en el aire, casi que sostenido y la pelota próxima anidarse en la red, le cambió la dirección con un movimiento extraño y sincronizado de mano, propio de un arquero inspirado y recursivo.
Desde ese instante, ya era el héroe, protagonista y figura del crucial encuentro. Con la tapada en mención se ganó el título. Las cámaras de televisión lo enfocaron en toda su dimensión, entonces fue cuando pudimos observar el tic en su ojo izquierdo, casi que imperceptible, y que aparece cuando el cuerpo está poseído de una energía y emoción indescriptible, a veces incontrolable.
Cuando llegaron los penaltis, ya el gigante del arco estaba en otra dimensión, el que tapó y el último que se estrelló en el poste fue suficiente para que este uruguayo con corazón barranquillero, levantara los brazos al cielo en señal de agradecimiento. El grito de 'sí se puede', se escucha todavía como un eco celestial por los rincones de la ciudad, el regalo de Navidad para la hinchada fiel ya es una realidad, la séptima estrella apareció encantada en tiempos de villancicos.
José Deyongh Salzedo










