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En Colombia, la educación de posgrado de los médicos, aquella que permite el carácter de especialista en Enfermedades infecciosas, la Infectología, así como muchas cosas en nuestro país, aun cuando ha progresado lo ha hecho en forma desordenada, y continúa sin llenar muchas necesidades. ¿Cuántos hay entrenados en las escuelas nacionales y extranjeras?, menos de 50. Y aunque no sabemos cuál es el número que se necesita, sin temor a equivocarnos, existe un déficit importante que nos ubica en los primeros lugares, solo suponiendo que cada hospital debe tener al menos uno, reafirmamos la premisa de que no estamos cerca de cubrir las necesidades. Pero, ¿de qué nos sirve aumentar este especialista que solo con el uso racional de antibióticos se tiene para pagarlo? Recordemos que en las instituciones hospitalarias, entre el 40 y el 80% de los pacientes tienen incluidos antimicrobianos en sus tratamientos. En unidades de cuidados intensivos, unidades de trasplantes o de pacientes con disminución de las defensas, inmunodeprimidos, casi todos. De estos, un gran grupo de pacientes no los necesitan, o tienen una utilización equivocada, dosis insuficientes, enfermedades no infecciosas con antibióticos, mal diagnóstico, tiempo prolongado de utilización y principalmente, falta de preparación del personal que los atiende, para entender que con su mala utilización también se pueden traer complicaciones, o aumentar las resistencias bacterianas, cada día más fuera de control. Nuevamente, se reafirma la necesidad del especialista en el manejo apropiado de las infecciones, con los fines más importantes de la medicina curativa: salvar vidas, disminuir secuelas, y no crear los monstruos vivientes de seres resistentes a todos los antibióticos existentes, afortunadamente combatidos por los infectólogos, con el avance de la ciencia y la tecnología. Esta lucha a la que nos enfrentamos todos los días, con el temor de encontrarnos con gérmenes cada vez más resistentes, constituye en punto clave del infectólogo para la supervivencia de la especie humana. Mantenerse entrenados y con la mejor respuesta es una misión actualmente titánica en su formación, la gran cantidad de hallazgos y nuevos descubrimientos es asombrosa, conocer millones de microorganismos y cientos de enfermedades es imposible, y aun el número de antibióticos o antimicrobianos, no solo antibióticos, sino antiparasitarios, antivirales, antimicóticos y otros, exige una alta formación académica. A esto le sumamos la obligatoria necesidad de transmitir nuestros conocimientos y el alto riesgo de contagio con nuestros propios pacientes.

¿Quién ayuda a su formación? Solo nosotros mismos, no lo hace el Estado, que nos necesita, y solo nos somete a pagos exiguos y reformas para favorecer a terceros, sin nuestra participación.

En unos días nos reuniremos otra vez, ese grupo de personas que el país necesita, no solo infectólogos, sino también otros especialistas, durante el Congreso de Infectología en Cartagena, del 22 al 25 de mayo, el cual presido, para discutir y aprender cómo seguir tratando nuestros pacientes, y ayudar al control de las infecciones. Para alcanzar lo mejor se necesita una verdadera carrera de sacrificios, como la de dedicar el mayor porcentaje de la vida, no solo a tratar las infecciones, sino a aprender a hacerlo, a actualizar conceptos y al final llenarse de satisfacción por haber ofrecido lo mejor que nuestros conocimientos nos permiten.

Por Álvaro Villanueva, MD.

alvillan@post.harvard.edu.

@49villanueva