Váyanse al carajo guayabo, cansancio, trasnocho y la ‘mondadera’ económica que viene después de este desenfreno culto de cuatro días a nuestra forma de ser, tradiciones e idiosincrasia. Un bledo me importa que de tanto guandú, mondongo y sopa de costilla mi mujer me diga que la barriga se me está volviendo ‘ecológica’. Tampoco quiero mirar la pila de recibos no pagados encima de la mesita de entrada de mi apartamento; tampoco quiero mirar la tremenda listica de mercado que me dejó pegadita a la nevera la ingeniosa Zuleidys, quien viene a casa todos los días a ayudar con los niños, pero a quien tristemente su abuelita se le enfermó el viernes de carnaval y, según me dice, le darán de alta a las 7 de la noche del martes de carnaval.

¡Nada importa tanto para mí como vivir el Carnaval! Conocí a cantidades de desinteresados carnavaleros, quienes desprevenidamente a mi paso me brindaron un trago en la puerta de sus casas al son de un ‘raspacanillas’ del insuperable Aníbal Velásquez o de una ‘plebedad’ convertida en verso por Dolcey. Pero nada más sublime que tener el privilegio de bailar un mapalé, ¡Dios santo!, de manos de la mismísima Reina del Barrio Abajo, la beldad tallada de ébano, miembro de la muy querida familia Escorcia, en cuya casa se desarrollaba el domingo en la noche una tremenda fiesta de carnaval.

Qué satisfacción tengo de haber vivido junto a mis pequeños hijos y esposa este sublime Carnaval del Bicentenario. Gracias a Daniela Cepeda por darnos el empujón para “activar nuestro gen carnavalero” y habernos mostrado que lo nuestro y sus tradiciones es lo que cuenta. ¡Ah!, y para terminar, ahora sí estoy fregado, tengo descompleto mi disfraz de marimonda de carnaval, porfa presidente Santos, devuélvame el chalequito morado de lentejuelas que le presté en la Batalla de Flores para desfilar. ¡Mentira! Quédese con él, se lo regalo para que recuerde que aquí no se viene en campaña, ¡aquí se viene es a gozá!

Alfredo Amín Prasca
Alfredoaminprasca@gmail.com