La sede de la Embajada de Honduras, ubicada al norte de la capital del país. "

Un empleado de confianza del Embajador de Honduras en Colombia introdujo el pasado 20 de diciembre prostitutas, licor y amigos a la sede diplomática centroamericana en la capital del país, donde tras una orgía, las trabajadoras sexuales se robaron computadores y celulares, poniendo en peligro documentos de seguridad nacional hondureña.

Según reveló ayer el diario El Heraldo, de Honduras, Jorge Mendoza, escolta del embajador Carlos Humberto Rodríguez, contó a la Policía -al día siguiente, cuando los empleados se dieron cuenta de la ‘fiesta’- que se sentía “solo” y se reunió con varios amigos colombianos, con quienes salió de rumba por la ciudad.

Mendoza, quien tenía las llaves de la sede diplomática porque dormía en una habitación que se le había acondicionado allí, volvió a las 11 de la noche con los amigos, en estado avanzado de embriaguez. Luego, “se fueron para la avenida 17 con Caracas, considerada la zona roja de la ciudad, donde recogieron a varias prostitutas y las llevaron para la oficina diplomática”.

Al amanecer, a eso de las 4 de la mañana, “aturdidos por el alcohol y el sexo, las prostitutas y los amigos de Mendoza abandonaron la oficina, llevándose todo lo que encontraron a su paso”.

Al parecer, entre lo que se robaron se encuentra el computador portátil de Stephanie Canahuati, Ministra Consejera en Asuntos Económicos, así como los teléfonos celulares de varios empleados de la embajada.

Resalta el periódico centroamericano que “lo más detestable que encontró el personal de la embajada es que se habían defecado en la oficina del propio embajador e incluso encima del escritorio del agregado militar, el coronel Sergio Gómez".

Al día siguiente, a las 9 de la mañana, cuando llegaron a trabajar los empleados de la embajada, se sorprendieron al ver el desorden en las oficinas, cuyas puertas estaban abiertas de par en par, latas de cerveza regadas por el piso y “evidencias de la práctica de una orgía”. Incluso, en el sótano aún estaba uno de los amigos colombianos, todavía borracho. Y en la habitación acondicionada, dormía, como un bebé, el hondureño Mendoza.

Los empleados, ofendidos, llamaron de inmediato a la Policía, pues en la embajada se manejan documentos delicados, relacionados con la lucha contra el narcotráfico que emprenden ambas naciones.

El sargento de la Policía, Nilson Perdomo, interrogó a Mendoza y éste contó lo sucedido. No obstante, el ente policial manejó con gran cuidado la información, por tratarse de una sede diplomática.

El Embajador, hasta ahora, ha guardado silencio, y lo único que se ha conocido es que llevó a Mendoza a vivir a su casa.

Por Tomás Betín del Río

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