El exvicepresidente Dick Cheney, conocido como el ´decisor´ y el cerebro ejecutor durante la presidencia de George W. Bush de las guerras “para siempre” en Afganistán e Irak, marcó una era en la política intervencionista de Estados Unidos y definió un Partido Republicano contra el que el presidente Donald Trump se opuso desde su llegada al escenario político.
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Con una sonrisa burlona y una seguridad dominante en los salones de la Casa Blanca, Cheney se convirtió en 2001 en una figura esencial de los círculos de poder estadounidenses y un personaje clave tras los atentados del 11 de septiembre de 2001, que marcaron un nuevo rumbo para el país, lo llevaron a la “guerra global contra el terrorismo” y a adoptar algunas de las reformas más polémicas y oscuras de la historia reciente.
Nacido en 1941 en Nebraska, criado políticamente en Wyoming y educado en Yale, Cheney representaba a la perfección al conservador de la América interior: elitista, amante de las armas y pertrechado de sombrero de vaquero.
Cheney, que falleció este martes a los 84 años de edad tras superar cinco infartos y un trasplante de corazón, marcó el devenir de EE.UU. como vicepresidente entre 2001 y 2009 y a la postre galvanizó un movimiento contra sus decisiones tanto entre los demócratas, que acabaron por encumbrar a Barack Obama como primer presidente negro; y los republicanos, que aborrecieron el intervencionismo exterior y en 2016 dieron su confianza a Donald Trump.
El vicepresidente más poderoso
Dick Cheney, apodado el ´decisor´, tomó el control de la crisis a la que se enfrentaba Estados Unidos cuando dos aviones impactaron contra las Torres Gemelas en Nueva York; otro contra el Pentágono, y un cuarto parecía dirigirse hacia Washington el 11 de septiembre de 2001. Aferrado al teléfono en el búnker de la Casa Blanca, con Bush ausente, el vicepresidente asumió un rol que nunca quiso abandonar.
Tras haber sido jefe de Gabinete de Gerald Ford, jefe del Pentágono durante la presidente de George Bush padre, Cheney pasó a ser consejero delegado de la multinacional de la exploración petrolera Halliburton durante la presidencia del demócrata Bill Clinton.
Durante su campaña, George W. Bush le encargó ayudarle a seleccionar a su candidato a vicepresidente, algo que Cheney, famoso por su astucia, acabó por asumir él mismo.
Ya en el cargo adoptó una postura de “halcón” republicano y haciendo valer su experiencia y ante la ausencia de un Bush que prefería su rancho de Texas a la mansión presidencial, tomó el control de muchos de los quehaceres del Ejecutivo.
Durante los ataques del 11S, Cheney asumió un rol decisivo en la toma de decisiones desde el búnker de la Casa Blanca junto con la asesora de Seguridad Nacional, Condolezza Rice.
Arquitecto de la ‘guerra contra el terror’
En los episodios posteriores, Cheney se erigió como un actor fundamental en la respuesta a los atentados, promoviendo los ataques contra los talibanes en Afganistán y orquestando el argumento para invadir preventivamente Irak en 2003 por el desarrollo de supuestas armas de destrucción masiva, un pretexto que luego se demostró falso.
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Con el impulso de Cheney y el apoyo de otros como el secretario de Defensa, Donald Rumsfeld, EE. UU. se metió de lleno en una “guerra contra el terror” en Oriente Medio que acabó por adoptar el nombre de las “guerras para siempre (‘forever wars’)” y que llevaron a una generación estadounidenses a luchar en Irak, Afganistán, Yemen o Somalia por más de una década.
Esa etapa marcó el inicio del siglo XXI para Estados Unidos y será recordada por la remodelación de gran aparato de inteligencia estadounidense, el espionaje interno de la “Patriot Act”, los interrogatorios forzosos que acabaron siendo rechazados por la Administración de Barack Obama por ser considerados tortura, la construcción de la prisión de la Base Naval de Guantánamo o la red de ‘black sites’ de la CIA.
La política intervencionista y dura que representó Cheney también ayuda a explicar la llegada de Donald Trump a la escena política en 2016, porque fue el rechazo a ese Partido Republicano que encarnaba el veterano político el que de improviso cambió para siempre el movimiento conservador del país.
Su influencia en la era Trump
Cheney representaba el “deep state”, el aparato de influencia de Washington, que Trump sigue denostando y el que llevó a varios millones de estadounidenses a costosas guerras sin una salida clara.
Pero Cheney también mostró el camino de algo que Trump ha construido sobre la base del trabajo del fallecido expresidente: el reforzamiento del poder Ejecutivo, como un poder unitario con más fuerza que el Legislativo y Judicial en situaciones excepcionales.
La extensiva interpretación de Cheney llevó a Bush a asumir reformas de los derechos civiles de un gran calado y que hoy sirven de base a Trump en su política antinmigrante o para supeditar el poder del Congreso a sus decisiones por decreto.
En su último año de vida, Cheney rechazó abiertamente lo que representaba Trump y el Partido Republicano que había refundado, llamándole la mayor amenaza para el país y pidiendo el voto para la candidata demócrata, Kamala Harris.





















