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–Señor, ¿le puedo ofrecer una cerveza para acompañar su plato? –dijo el mesero a su comensal.

–No, gracias –respondió Juan Manuel Carvajales, en una de las mesas del bar de la cervecería Veza en Miami, Estados Unidos.

Juan Manuel Carvajales es de esos barranquilleros que se acostumbró desde los 18 años, cuando empezó a probar la cerveza del mercado, que no había más opción. A sus 40 años de edad dijo un día que esa bebida no le satisfacía. Que no volvería a tomarla. 'Durante 120 años nos dijeron qué debes tomar. Crecimos sabiendo en el mercado lo que no era de verdad una cerveza. Conocer la variedad para entender sabores'.

El mesero tenía claro que a los comensales hay que atenderlos para que volvieran.

–Señor le puedo traer una cerveza para que disfrute su plato –, insistió.

El comensal al ver que el mesero no iba a desistir aceptó la propuesta y le dio el sí.

El mesero le puso la cerveza que tenía un color particular. Y sin preguntar Carvajales la probó.

– ¿Qué es esto? Qué vaina tan bacana. ¿Cómo se llama?

– Ácida de guayaba –respondió el mesero.

–¿Qué más tiene? –preguntó Carvajales

–Una Guanabanagueitor, hecha con guanábana –dijo el mesero.

–Traigámela.

El mesero volvió y puso la exótica cerveza que, con el nombre, entró la curiosidad para tenerla en la mesa.

–Quedé matado. Quedé enganchado.

Esta experiencia fue el señuelo para que Juan Manuel Carvajales invitara a Elliot Minski, su amigo de cuadra, de la adolescencia en el sector el Golf (norte de Barranquilla), donde soñaron lo que querían ser en la vida.

'Eliot me escuchó y me dijo porque no montamos una cervecería', recuerda Carvajales.

Después de dos décadas trabajando en sectores como el farmacéutico y de energía los amigos se animaron primero a conocer más del mundo de la cerveza y llenarse de motivo para hacer industria con Cervecería Tresquince.

Cuentan que visitaron y probaron bebidas de cervecerías de Estados Unidos en San Francisco, Nashville. En Europa fueron a Bélgica e Inglaterra. Un recorrido de casi 200 cervecerías por puro fanatismo, recuerda Carvajales.

Volvieron a la realidad en Barranquilla y se llenaron de motivos de su iniciativa al estudiar más en detalle el mercado local y con lo que pasaba con la principal marca de cerveza de la ciudad, la que más daba empleo, la que patrocinaba eventos, apoya a la comunidad y fue adquirida por una gran compañía.

En este análisis se dieron cuenta que había una oportunidad de negocios y podían hacerlo con pasíón. En su estudio consideraron que la situación del mercado de la cerveza se iba a crear un vacío. 'Notamos que se está bajando la cantidad de lúpulo, la malta, materias primas que le aportan el gusto a las cervezas'.

Toda la experiencia de conocer la industria los llevó a una máxima que incorporaron: La responsabilidad del cervecero es hacer una buena cerveza. 'De ahí para adelante es tener un buen gusto'.

En el montaje y la elección, en dónde establecer la planta, pensaron en Malambo, pero aterrizaron en Barrio Abajo sobre la carrera 50, y en noviembre del año pasado iniciaron operaciones con las primeras pruebas y un sitio abierto al público los viernes, sábado y domingo.

Los inversionistas adquirieron una planta automatizada, hecha por canadienses, y que califican como máquinas que no las tiene nadie en el país. Por eso aclaran que llamarse cerveza artesanal no es correcto. 'Una proceso artesanal puede durar 40 minutos. Con estas máquinas no', indica Carvajales.

La inversión en la planta y dos puntos de venta se hizo con capital propio y créditos, junto a un tercer socio, Hernán Lacouture. Dicen que supera el millón de dólares y son palabras mayores. 'Esto es una inversión que tiene pasión, pero exige que nadie puede tomarla como una mamadera de gallo. Nos permite hacer el estilo de cerveza que deseamos y con consistencia. Manejado manualmente y automatizado. Por eso tener la capacidad de atender el mercado de la Costa. Es la cerveza bacana de la costa'.

El crecimiento de la empresa ha sido una sorpresa. Desde la elección de los nombres como la de su cuerpo y sabor. Cervecería Tresquince alcanzó un crecimiento de 25% al mes en 2019. Este resultado lo atribuyen al bar que ofrece 10 opciones de cervezas, dos de las cuales (IPA Playa y La Mirla) ganadoras de medallas en su primera participación en un concurso nacional de cervecerías artesanales.

En Bogotá hay 180 cervecerías, en Medellín estiman que hay más de 50. En Barranquilla hay seis, en Santa Marta tres y una en Montería. Carvajales dice que ha liderado la sociedad de estas empresas en la Costa. 'Nuestras medallas es una forma de decirle al mercado que hacemos buena cerveza y varios estilos. El premio es un reconocimiento. Le apuntamos a tener más medallas después de la de plata y bronce. Ojalá podemos decir que tenemos la mejor cerveza de Colombia en el futuro'.

Elliot Minski dice que esta propuesta hacía falta en Barranquilla, que son industria, cervezas y no solo un bar. 'Por un lado el mercado ya está listo y aburrido por lo que ha consumido. Estamos proponiendo una tendencia y aprobado en economías desarrolladas'.

Carvajales agrega que están en un proceso de educación. 'Fabricar siete cervezas nos cuesta. No tenemos una estrategia de cómo vender por cantidad. Estamos demostrando que la cerveza es variedad en la cultura cervecera'.