Muchos consideran a José Cotes una leyenda viva, por su origen guajiro y por su aparición en el mundo de los negocios en Barranquilla, en los años 70, en plena efervescencia de la bonanza marimbera, construyendo un hotel que le competiría por muchos años a la tradición del Hotel El Prado.
Cotes se precia de nunca en su vida haber pisado una comisaría o estación de policía, porque sus negocios siempre han sido transparentes y legales. Y por eso se decidió a contar la última historia de uno de sus apegos más queridos: el Hotel Royal.
Y esa historia tiene que ver con lo que la gente se pregunta cuando ve el esqueleto del hotel abandonado al viento, al sol y a la lluvia: “Ajá y ¿qué pasó con la Cadena Meliá?”.
“Nosotros veníamos con problemas económicos desde hacía varios años y tuvimos que acogernos a la Ley 550 de reestructuración porque pensábamos que esa iba ser la solución”, comenta Cotes.
Además, explicó que la reactivación hotelera vino de unos cuatro años para acá, y que la crisis del sector había durado y afectado por muchos años a todo el país. “Las ocupaciones eran muy bajas, y aparte no le puedo negar que no dimos los pasos apropiados y en el momento necesario, cuando se debieron dar para cambiar el hotel. Mientras los hoteles se fueron renovando, metiendo nuevos equipos, nuevas obras, nosotros nos quedamos rezagados, pero fue por la misma situación económica que teníamos. Aunque queríamos invertir en el hotel, las deudas y los gastos del hotel eran tan grandes que no nos daba para cubrir cualquiera de estos frentes”.
Para él las políticas de Estado también fallaron. Argumenta que faltó apoyo fundamental del gobierno de turno. “Pues en ese momento, nosotros fuimos de los primeros que nos metimos en esa Ley de reestructuración, y los bancos de inmediato nos cerraron las puertas. No tuvimos apoyo financiero. Entonces tocaba trabajar con el flujo diario, lo que ingresaba, pero eso era muy poco. No conseguimos ni una chequera en ningún banco, porque ellos echaban todo para atrás cuando le decíamos que estábamos en Ley 550, ellos sólo veían el nombre Ley de Quiebra”.
Cotes piensa que, por el contrario, aguantaron demasiado, desde el 2001.
El Meliá. Cotes precisó que a una audiencia de acreedores se invitó a un inversionista español para que explicara una propuesta que involucraba a la cadena Meliá. Entonces se presentó el proyecto asegurando que iban a pagar la deuda total en un determinado tiempo. La deuda en ese entonces era de 9 mil millones de pesos.
“Se trataba del empresario español José Antonio Palau, el fue el quien planteó la negociación con un poder que tenía de la cadena Meliá. Era una franquicia que él tenía para que cuando terminara la construcción, la cadena Meliá operara el hotel”.
Dijo que el hotel quedó desvalijado porque cuando llegó el inversionista y habló de la compra del hotel, le explicó a la audiencia de acreedores que iba a demoler lo que existía, que no le interesaba la estructura física del hotel, “entonces se comenzó a desvalijar el hotel, y con la venta de esas cosas se logró pagar gran parte de la deuda a los trabajadores y otras cuentas del momento que eran necesario pagarlas”, anotó Cotes.
El inversionista contrató el diseño del proyecto, lo mandó a Planeación Distrital y se lo aprobaron. Se hablaba, entonces, de una nueva construcción, y no de remodelación. “La gente critica: ¡cómo dejaron acabar eso! Pero fue que el inversionista presentó la maqueta de la nueva construcción”, apuntó.
Y agregó que “aunque siempre se creyó en la buena fe del inversionista, él no fue a la última reunión y no se presentó más. Dijo que no podía continuar con el negocio. Realmente no tenía el dinero para continuar con el proyecto”.
“Todos le creímos porque él hizo unas inversiones grandes, pagó unos 300 millones por el proyecto, pagó los impuestos prediales (700 millones de pesos), sumando pienso que invirtió unos mil millones de pesos, y cualquiera que invierte esa plata hay que creerle”.
Según Cotes, el inversionista español está tratando de ver cómo recupera esa inversión pero el hotel no tiene ningún compromiso con él ni con la Cadena Meliá. “Por lo menos yo no impuse su nombre ni dije que lo recomendaba. Yo simplemente lo presenté ante la asamblea de acreedores para que expusiera su proyecto.
Todo esto está en las actas que tiene la Superintendencia.
Concluye, con un dejo de nostalgia que el hotel desapareció, ya no existe, es cosa del pasado. “Nos duele mucho lo que ha sucedido porque era un hotel emblemático en Barranquilla”.
Por Hipólito Palencia