El Teatro Adolfo Mejía fue el escenario escogido para hacer una proyección en digital K de una copia de la Langosta azul, el legendario corto de 1954 firmado por Álvaro Cepeda Samudio, Gabriel García Márquez, Enrique Grau y Luis Vicens, miembros todos de la tertulia literaria conocida como el Grupo de Barranquilla, que tuvo como epicentros el Café Colombia, la Librería Mundo y La Cueva, en la década de 1940-1950.
«Es un ícono de nuestra filmografía, una película transgresora para la época», dijo Alexandra Falla, directora de la Fundación Patrimonio Fílmico Colombiano, en un evento que también contó con la presencia de Rito Alberto Torres, subdirector técnico de la Fundación, y Tita Cepeda, viuda de Álvaro Cepeda Samudio, quien cedió el material de la película que se proyectó luego de una charla.
«La memoria audiovisual de un país es su ADN, esperamos que esta sea la primera presentación de muchas en muchos escenarios y se vuelva objeto de muchos trabajos e investigaciones», añadió Falla.
Los 29 minutos de este film mudo grabado en película de 16 mm cuentan (en blanco y negro) la llegada a un pueblo del Caribe de un agente viajero proveniente de Estados Unidos, John Lomb, a quien se le extravía una langosta azul, que hace parte de una importante investigación que está realizando acerca de la presencia de estos animales en la región.
El espectador, que ve grises, negros y luces en la pantalla, no distingue el azul de la langosta, identificable por su forma larga, puntiaguda y como de madero arrojado por el mar.
Lo cómico y desconcertante de la misión del gringo —interpretado por Nereo López, célebre fotógrafo del Grupo— se revela en uno de sus papeles que se lee en primer plano con las características del animal:
Color: AZUL
Sabor: NO TIENE.
Olor: TAMPOCO TIENE.
Resistencia: 88c Geiger.
Comestible: NO.
Peso: 200 gms.
Usos: SE INVESTIGAN.
Aunque se ha categorizado muchas veces como una pieza cinematográfica experimental y surrealista, La langosta azul construye por momentos una trama lineal. A la vez, la cinta crea sus propios espacios de fuga. Un ejemplo es el baile del torito de Carnaval, personaje que encarna Grau, pintor y cineasta con importantes trabajos como la adaptación de María en 1966 (que se proyectó al día siguiente de La langosta en un salón de la CFCE).
En el film de los amigos del Grupo de Barranquilla, el artista aparece con la máscara del torito y el torso desnudo y pintado. Su baile se alterna con los movimientos y la silueta del personaje de «la hembra», interpretado por la pintora cartagenera Cecilia Porras. La alternancia de los dos cuerpos que danzan, en conjunto con el encuentro sexual del gringo, constituye un momento climático del cortometraje.
El Teatro donde se hizo la proyección de La langosta hizo también volver los ojos sobre Grau. En el plafón del Adolfo Mejía está su fresco titulado El triunfo de las musas, finalizado en 1998. A propósito del evento, en el Festival se recordaron los 100 años del cineasta y pintor, así como el de Porras, nacida también en 1920, una figura relevante casi siempre olvidada en los aniversarios y en las crónicas del Grupo de Barranquilla.
En el corto, el grave propósito del gringo queda entorpecido por su búsqueda infructuosa de la langosta. El personaje de «el vivo», un Álvaro Cepeda pescador, le consigue ejemplares de langostas de las playas del sector, pero ninguno es la exótica azul. Un niño es quien se topa con el animal, al cual termina utilizando como palo para enganchar y volar su cometa. Las investigaciones del gringo quedan así burladas y transformadas por el ambiente de descontrol e imperturbabilidad del pueblo del Caribe.
Un fragmento de Vivir para contarla, la biografía de García Márquez, podría ilustrar y servir para extender la invitación de la Fundación de seguir viendo y estudiando esta pieza destacada de la historia del cine nacional y latinoamericano: «Un viaje ocasional de Álvaro Cepeda a Bogotá me distrajo por unos días de la galera de las noticias diarias.
Llegó con la idea de hacer una película de la cual sólo tenía el título: La langosta azul. Fue un error certero, porque Luis Vicens, Enrique Grau y el fotógrafo Nereo López se lo tomaron en serio. No volví a saber del proyecto hasta que Vicens me mandó un borrador del guión para que pusiera algo de mi parte sobre la base original de Álvaro. Algo puse yo que hoy no recuerdo, pero la historia me pareció divertida y con la dosis suficiente de locura para que pareciera nuestra [...]»





















