La situación de seguridad en Soledad continúa empeorando sin que las autoridades puedan garantizar a una ciudadanía cada vez más aterrada la disminución sostenida de los hechos violentos que a diario azotan al municipio.
En los primeros 10 días del año se han registrado 8 asesinatos, tres de ellos en apenas una hora y media, una estadística preocupante para arrancar un año calendario, pero mucho más para el inicio de un nuevo período de gobierno.
Como suele ocurrir cada vez que la cifra de muertos se dispara, la Policía emite declaraciones que tratan de explicar lo que sucede: enfrentamientos por el control del territorio, guerras entre bandas de microtraficantes, métodos de escarmiento de grupos de extorsionistas.
Así como no basta que se judicialicen un par de personas cada tanto, tampoco son suficientes los diagnósticos en un municipio que hace años está subido en una cresta de hechos criminales, sin que nadie haya logrado frenar una situación que pareciera no tener control.
Casi a diario, este periódico da cuenta de los casos de violencia en Soledad: homicidios, lesiones personales, atentados, hechos de violencia intrafamiliar; y con la misma frecuencia reportamos los informes de las autoridades, en los cuales se renuevan los compromisos de resolver esta realidad tan injusta y terrible.
Como cada cuatro años, las esperanzas de Soledad están puestas en el nuevo alcalde, Rodolfo Ucrós, quien, en su primera declaración luego de ser elegido, afirmó que su intención es convertir a la ciudad en un “municipio modelo”. Pues bien, esa promesa debe comenzar por el tema de seguridad, que es, de lejos, el problema más crítico que deberá asumir su administración, para lo cual tendrá que apelar a una colaboración y un trabajo interinstitucional para que la autoridad y la atención estatal llegue a todos los rincones de un municipio que ha crecido desmesuradamente y sin control.
Y el asunto no se resolverá llenando las cárceles de jóvenes sicarios. Porque los hechos violentos que se han convertido en pan diario en Soledad, no es la consecuencia de un puñado de malvados que imponen su ley a sangre y fuego, sino de unas condiciones sociales precarias, sobre todo en las comunidades más vulnerables.
Bienvenidas son las acciones eficientes de persecución y judicialización de delincuentes de todas las calañas, pero sin políticas sociales eficaces y sostenidas en el tiempo, sin oportunidades de empleo, sin una educación de calidad, sin la intervención decidida del Estado en los barrios más pobres, las acciones policivas no tendrán –como no lo están teniendo hasta el momento– ninguna incidencia en el destino del segundo municipio más importante del Atlántico.
Así que la tarea es demandante y larga, y no depende solamente de comprender las causas de la violencia. Confiamos en que las nuevas administraciones tienen clara la importancia de restaurar la convivencia pacífica en Soledad, persiguiendo a los criminales y ofreciendo oportunidades de vida digna a una ciudadanía que no quiere ni merece que la dejen sola en medio de los disparos.