Nada nuevo bajo el sol. La inequidad campea en la aplicación de las vacunas contra la Covid-19 en el mundo. De las más de 40 millones de dosis aplicadas hasta ahora en medio centenar de naciones, menos del 1% fue en países de escasos recursos, lo que confirma el acaparamiento de los lotes disponibles por parte de las economías más ricas del planeta, como la misma Organización Mundial de la Salud (OMS) había advertido en su momento anticipando un reparto poco equitativo.
Si bien es cierto que Estados Unidos, Israel o países europeos pagaron miles de millones de dólares por sus vacunas a las farmacéuticas Pfizer o Moderna, las primeras en ser aprobadas, para iniciar cuanto antes las campañas de inmunización, si no hay una distribución equilibrada de los biológicos y las naciones más pobres se quedan rezagadas esperando en el último peldaño de este complejo proceso no será posible alcanzar la famosa inmunidad de rebaño que garantice el control del virus a nivel global, pero sobre todo el mundo fracasará en el imperativo ético y moral de asegurar vidas a través de esquemas de vacunación justos.
Un escenario tan desesperanzador como alarmante. Los enormes desafíos por la falta de suministro de dosis debido a problemas de producción de las farmacéuticas, las complicaciones logísticas en la administración de las vacunas y la misma desconfianza de la población a ser inmunizada, además de las nuevas olas del virus con las que se lucha juegan en contra de la distribución del tratamiento en las naciones más vulnerables que dependen de mecanismos como Covax para tener acceso a una repartición igualitaria de las vacunas. Es evidente que países productores están priorizando el cumplimiento de los acuerdos bilaterales, antes que enviar dosis a territorios vulnerables, lo que podría disparar su valor.
Covax, plataforma de la OMS de la que hace parte Colombia para distribuir vacunas gratis en países pobres gracias al respaldo económico de los más ricos, estaría enviando las primeras dosis a Colombia en la primera semana de febrero, según la Organización Panamericana de la Salud (OPS).
Es una buena noticia porque Colombia aparece hoy en la cola esperando las vacunas adquiridas a través de contrataciones bilaterales. Ante la falta de claridad sobre el inicio de la campaña, debido a los acuerdos de confidencialidad exigidos por las farmacéuticas que impiden ejercer veeduría ciudadana sobre los contratos de compra –un reclamo que también se realiza con insistencia en Europa–, solo queda cruzar los dedos para que el Gobierno nacional y el Ministerio de Salud estén listos para distribuir y vacunar. “Estar preparado es más importante que ser rápido”, advierte la misma OPS reconociendo que los países de la región no se encuentran preparados para recibir las 20 millones de dosis iniciales, mientras el contagio sigue disparado poniendo en jaque a los servicios médicos y la capacidad de laboratorios para realizar testeos masivos por el avance de las nuevas infecciones súper contagiosas.
Desalentador panorama que exigirá una enorme solidaridad para que la vacunación contemplada como la solución a la pandemia, que agudizó la desigualdad y marginación de las personas más vulnerables, no se convierta en una nueva fuente de inequidad en la que los criterios de acceso sean determinados por los poderosos intereses económicos. El ingreso de Estados Unidos como uno de los financiadores de Covax podría ser decisiva para que esta profunda crisis sanitaria no termine por desatar otra aún mayor de precariedad entre los más pobres.