Dignificar la vida de las personas más vulnerables debe ser un imperativo moral de los gobernantes. Garantizar el bien común tiene que ser el fin principal de los servidores públicos para recompensar el voto de confianza otorgado por los ciudadanos que exigen una gestión notable. Obras son amores y no buenas razones.
El programa Barrios a la Obra, iniciado en 2009 durante la primera administración de Alex Char, mejoró – en los últimos 10 años – las condiciones de vida de decenas de miles de ciudadanos de barrios de las localidades Suroccidente, Metropolitana y Suroriente, a través del mejoramiento de tramos viales, reposición de redes de acueducto y alcantarillado, instalación de luminarias y adecuación de espacios verdes.
Cerca de 480 mil millones de pesos se invirtieron en pavimentar 1.883 tramos, que corresponden a 315 kilómetros lineales. Esta es una distancia que equivale a recorrer tres veces la ruta Barranquilla - Santa Marta. Una estrategia con la que se empezó a saldar la enorme deuda social que tenía el Distrito con los sectores más deprimidos de la capital del Atlántico y que requería continuidad.
Enhorabuena, el alcalde Jaime Pumarejo se comprometió a pavimentar 708 tramos viales, unos 116 kilómetros, con una inversión total de 252.752 millones de pesos durante el período 2020 – 2023. Para este mismo año, se ejecutarán 128 tramos, que equivalen a 21 kilómetros lineales por valor de 45.650 millones de pesos.
Pavimentar vías puede ser un asunto de menor importancia para quienes salen de sus viviendas, se suben a sus carros y se movilizan sin detenerse a pensar en lo fácil que les resulta. Sin embargo, para aquellas personas que lidian a diario con la ignominia de habitar en medio del polvo, arreglarles la calle es arreglarles la vida.
Barrios a la Obra va más allá del sentido literal de un proyecto de infraestructura, es una iniciativa de un enorme impacto social. Madres de familia que en las mañanas ya no van a tener que caminar en medio del barro llevando a sus niños en brazos para que no se ensucien los zapatos del colegio luego de una noche lluviosa. No más abuelos cargados en sus mecedoras o en una hamaca hasta una esquina pavimentada donde puedan subirse a un carro que los transporte a un centro médico.
Hay que acabar con esta infame forma de aislamiento social que excluye a los habitantes de extensos sectores de ser parte de una Barranquilla que está subida en el bus del progreso social y económico.
Además, este proyecto reivindica el carácter participativo de las comunidades al empoderarlas como parte de su desarrollo. Familias, vecinos y amigos se unen para realizar bingos, rifas y tómbolas que les permitan reunir los recursos necesarios para hacer un aporte simbólico destinado a la financiación de la obra.
Esto es generar cohesión social, fortalecer el trabajo de los líderes comunitarios y apuntalar, mediante este ejercicio de participación ciudadana, la convivencia en zonas, que serán más seguras gracias a las alarmas que también se van a instalar.
Espacios que se transforman, vidas que merecen ser dignificadas.