La construcción y puesta en marcha del nuevo Puente Pumarejo es motivo de orgullo para todos los barranquilleros y de admiración para el país, que se maravilla ante la magnificencia de una mega obra que está a la altura de la mejores del mundo y que representa el buen momento que atraviesa nuestra ciudad.

Pero, esta obra, insignia de nuestro progreso, no se ha mantenido alejada de algunas las prácticas que parecen enquistadas en nuestra esencia de territorio del tercer mundo, en las cuales, por supuesto, se entremezclan la radiografía social de las comunidades más necesitadas con la curiosidad que, casi siempre, deviene en lo que nuestras abuelas denominaban acertadamente como ‘novelería’.

Es así como, por un lado, a tan solo pocos días de inaugurado el Puente, la cultura del rebusque ha invadido los alrededores del viaducto y algunas de sus principales vías de acceso. Vendedores ambulantes de todo tipo de mercancías han hecho suyos los espacios peatonales, obligando a quienes transitan a pie a desplazarse por las rutas destinadas a las bicicletas. Este panorama, que sobre todo en horas de la tarde se torna caótico, no solo causa un desorden monumental, sino que pone en riesgo la seguridad de conductores, caminantes, ciclistas y vendedores informales.

Por otra parte, están los curiosos, los noveleros que, movidos por el deseo de conocer el Puente, terminan obstaculizando el tráfico, a veces por largos minutos, para obtener una fotografía para la posteridad.

Unos y otros, los rebuscadores y los turistas improvisados, protagonizan sus temerarias acciones sin que ninguna autoridad parezca percatarse de su presencia y de sus transgresiones a las más elementales normas.

Es necesario que se tomen las medidas para controlar estos comportamientos, no solo para preservar la seguridad de quienes se desplazan por el Puente, sino para preservar la obra, manteniéndola libre de los desperdicios que generalmente surgen del comercio indiscriminado de toda clase de mercancías.

A lo mejor, podría pensarse en que, si el nuevo Puente Pumarejo ha de ser una atracción turística, esto puede convertirse en una oportunidad para formalizar el trabajo de los cientos de ciudadanos para quienes la obra constituye una manera de ganarse la vida, destinando zonas para puestos de mercancías, regulando su comercialización, carnetizando a los vendedores, humanizando su trabajo y, por supuesto, alejándolos de las vías destinadas al tránsito de vehículos, peatones y bicicletas.

En cuanto a los noveleros que detienen el tráfico para fotografiarse, en necesario agradecerles su entusiasmo y su orgullo, pero de ninguna manera se puede permitir que se pongan en peligro ellos mismos y a los demás para lograr la imagen perfecta para las redes sociales.

El Puente Pumarejo es nuestro orgullo y debemos usarlo como lo que es: una vía vehicular que debe funcionar con eficiencia y seguridad. Cuidarlo y cuidando a quienes se desplazan a través suyo es la mejor manera de mantenerlo en pie por mucho tiempo.