El mundo está abocado a una catástrofe generacional en materia educativa. La Unesco estima que al menos 24 millones de alumnos de todos los niveles no regresarán a las escuelas debido al prolongado cierre que han mantenido durante este año por la crisis sanitaria del coronavirus. Esta deserción sin precedentes en las distintas etapas de la escolaridad impactará a la población más pobre, como ocurre con la mayor parte de los efectos globales de la pandemia.

Un panorama desolador que acelerará la crisis de la educación en el planeta en el que, antes de la Covid, más de 250 millones de menores que deberían estar estudiando no lo hacían por distintas razones relacionadas con su extrema vulnerabilidad y solo una cuarta parte de los alumnos de secundaria lograba graduarse.

Naciones Unidas advierte que esta es la mayor disrupción que ha sufrido la educación en toda su historia. No le falta razón a su secretario general, Antonio Guterres, cuando sentencia que esta realidad “podría desperdiciar un potencial humano incalculable, minar décadas de progreso y exacerbar las desigualdades arraigadas”.

En la mayor parte del planeta, en unos 160 países, las escuelas permanecen cerradas de manera preventiva por la expansión del virus o por la llegada de una segunda ola o rebrote. Gobiernos y autoridades educativas consideran prudente mantener la suspensión de las actividades académicas presenciales ante un inminente riesgo de contagio que, según los expertos, aumenta en espacios cerrados y reducidos como los salones de clase, donde en muchos casos no se logra un adecuado distanciamiento social.

Los desafíos a superar en medio de esta crisis educativa son enormes. Buena parte de ellos los afrontan los estudiantes en zonas urbanas y especialmente en la ruralidad del Caribe colombiano y del resto del país, donde miles de niños en etapa preescolar no están recibiendo ningún tipo de formación.

Otros menores que no cuentan con acceso a clases virtuales por vivir en localidades remotas o comunidades desfavorecidas están educándose a distancia con guías pedagógicas impresas o a través de clases por radio y televisión, sin tener mayores opciones de interactuar con sus maestros, lo que podría conducirlos a quedarse retrasados en el desarrollo de competencias.

Si no se actúa a tiempo, las desigualdades educativas se profundizarán y los avances alcanzados en calidad y cobertura se perderán.

Es una gran encrucijada: el mejor escenario para la formación de niños y jóvenes son sus escuelas, pero siempre y cuando la transmisión del virus esté controlada, lo que aún está lejos de ocurrir en Colombia.

Con la pandemia en ascenso en la mayor parte del país no hay condiciones para regresar a las clases presenciales, por lo menos en las próximas semanas. Tampoco lo facilitan las condiciones locativas de un importante número de escuelas públicas que como en el caso del sur del Atlántico ni siquiera cuentan con servicio de agua. Impensable volver así.

Luego de analizar la evolución de la pandemia, cada vez más autoridades anuncian la continuación de las clases a distancia para estudiantes de las instituciones oficiales en lo que resta del año 2020. En la Costa, según consultó EL HERALDO, en Atlántico, Magdalena, Córdoba, Sucre y Bolívar, entre otros departamentos, las clases seguirán de manera remota con el gran esfuerzo de maestros que se reinventan a diario para estar cerca de sus alumnos.

Encontrar un equilibrio entre los riesgos de la salud y los riesgos para la educación y la protección de los niños y jóvenes es el llamado que gobiernos y entidades privadas, que apoyan al sector, deben tener en cuenta a la hora de enfrentar este decisivo momento en el que resultará prioritario reforzar la inversión en materia educativa con presupuestos robustos para evitar desandar los caminos recorridos y no echar por la borda el bienestar y desarrollo de las actuales generaciones.

El reto apunta a superar los enormes rezagos que dejará esta crisis, convirtiendo los obstáculos en oportunidades, siendo capaces de transformar los sistemas educativos con infraestructura digital y propuestas innovadoras y audaces para dar un verdadero salto hacia una educación más flexible. Lo que se haga hoy tendrá poderosos efectos a futuro. Decisiones de fondo pensando en los más vulnerables es lo que toca.