El viernes próximo, con la presencia del presidente Duque, se inaugurará el nuevo puente Pumarejo, una obra monumental de ingeniería que costó en torno a los $800 mil millones y que con sus 3,2 kilómetros —ramales incluidos– será el puente más largo del país.

La puesta en marcha de la estructura es, sin la menor duda, una excelente noticia. En teoría, mejorará sustancialmente la conexión vial entre Barranquilla y Santa Marta y permitirá, al mismo tiempo, el tráfico de embarcaciones de mayor altura por el río Magdalena.

Ahora bien: decimos que en teoría será así, porque la verdad es que en este momento, a solo tres días de la inauguración, no hay plenas garantías de que la obra vaya a prestar a cabalidad, al menos durante un tiempo indeterminado, los servicios para los que fue concebida.

Tal como lo muestra la magnífica fotografía de nuestra portada de hoy, los seis carriles del nuevo puente desembocarán, en el departamento del Magdalena, en la carretera a Ciénaga de solo dos carriles, con lo que la se formará un inevitable embudo. Y ello sin entrar a hablar del resto de la vía a Ciénaga, cuya ampliación se ha convertido desde hace ya demasiado tiempo en el cuento del gallo capón.

Por otra parte, el nuevo Pumarejo entrará en funcionamiento sin que haya siquiera un plan definido sobre qué se hará con el viejo. Es apenas obvio que este no se podía derribar antes de que entrase el otro en operación, pero sorprende que a día de hoy no exista claridad sobre el futuro de la obra una vez entre en desuso.

La ministra de Transporte, Ángela María Orozco, sostuvo que el anterior Gobierno, si bien comenzó hace cuatro años la construcción del nuevo puente, dejó desfinanciada la obra en $140 mil millones, suma que consiguió este Ejecutivo con el fin de finalizar el proyecto. Añadió, sin embargo, que no hay plata para la demolición parcial o total del viejo puente.

La salida a esta encrucijada estaría, hoy, en manos de dos iniciativas privadas que proponen demoler la luz central de la estructura y dejar sendos miradores turísticos en los extremos. Sin embargo, no hay información ni del modo en que se adjudicaría este proyecto ni, mucho menos, de fechas para desarrollarlo.

Como decíamos al comienzo de esta nota, que el proyecto del nuevo Pumarejo haya concluido es una buena noticia. Pero, como también señalamos, no se puede ocultar que la obra nace incompleta en cuanto a su potencial operativo.

De modo que, el próximo viernes, una vez se apague la celebración por el estreno del puente, los barranquilleros y costeños debemos ponernos a la tarea de exigir que el nuevo y anhelado puente tenga el sentido para el que fue construido.