Que la salud se enferme equivale exactamente a que la sal se corrompa. Y eso ha pasado con el Hospital Cari E.S.E. de Alta Complejidad, una institución de amplia prestación de servicios médicos en otros tiempos y cuyos beneficios cobijaban no solo a Barranquilla y el Atlántico, sino a buena parte de la Región Caribe.

Su cierre de hace dos días fue una intervención radical, pero necesaria. Su estado de postración no daba espera, como lo demuestra la minuciosa inspección realizada por las autoridades del distrito y el departamento.

Fue una radiografía administrativa y técnica que dejó al descubierto lo previsible. Su cierre –ojalá por poco tiempo– era una irremplazable decisión porque allí reinaba el caos y el abandono. En pocos minutos de diligencia en sus oficinas se estableció que la institución no cumplía con los estándares exigidos para la prestación de sus servicios pues sus falencias eran mayúsculas.

Cuando los funcionarios de la Secretaría de Salud del Distrito realizaron la inspección que llevó al cierre de la institución casi se conocía con certeza lo que allí iban a encontrar. La visita era para verificar las condiciones de habilitación del hospital, creado en 1994 y cerrado en 2005 para ser reestructurado con una inversión de $60 mil millones. En 2006, cuando fue reabierto durante el gobierno de Carlos Rodado Noriega, el Cari era una tacita de plata con equipos modernos y atención de privilegio para sus usuarios.

Unos cuantos años después comenzó su paulatino deterioro que hoy lo tiene en una inmensa unidad de cuidados intensivos administrativos que casi no da abasto para reanimarlo. Han sido al menos 10 años de franco deterioro, ya anunciado y denunciado por diferentes estamentos y por sus cientos de funcionarios.

La lista del déficit es extensa y cobija todas sus dependencias. Desde la falta de información básica y obligante de empleados y contratistas hasta el deterioro de la infraestructura, que durante su reinauguración hace 13 años había quedado reluciente, como un hotel cinco estrellas.

El informe técnico de la Secretaría muestra un hospital decrépito, maltrecho, enfermo y ultrajado. Su estado no se compara al de los puestos de salud de los corregimientos, que lucen en mejores condiciones. Bien hacen las autoridades en ponerle mano dura a la administración del Cari, haciendo lo que otras administraciones no pudieron hacer para proteger la vida y el bienestar de la gente.

Pero ojo, el Cari no debe ser cerrado definitivamente. Que no se trate de un argumento para entregarlo a particulares porque es un bien público valioso que debe ser rescatado y no clausurado, y menos considerado el interés de los privados para obtener beneficios de este drama administrativo.