Barranquilla termina el 2025 de forma distinta a como lo arrancó. Unos dicen que con sus finanzas comprometidas, otros destacan sus nuevas e imponentes obras de transformación urbana y también están los que valoran la proyección de una ciudad que se abre al mundo.

Siempre es posible ver el vaso medio lleno o medio vacío. Lo cierto es que resulta innegable que Barranquilla es una capital que se reinventa a diario, donde el progreso no solo se mide en sus grandes proyectos —que nunca faltan—, sino en la esperanza renovada de su gente, especialmente de quienes más necesitan sentir que el desarrollo también toca sus puertas.

Ese es un reto descomunal que no se resuelve en un abrir y cerrar de ojos. Quienes tanto pontifican sobre el tema deberían saber que es imprescindible abrir nuevas oportunidades, a través de avances reales en salud, educación, infraestructura, diversificación productiva, competitividad y entorno para los negocios. Nada va a caer del cielo porque sí ni el bienestar llegará a los rincones más distantes de la ciudad por intervención divina. Hace falta generar condiciones y fortalecer un liderazgo estratégico que sume sinergias para orientar el rumbo.

Hoy Barranquilla es referente nacional por sus mejoras sustanciales en desarrollo urbano, social y económico. Es una ciudad que, a diferencia de otros territorios del país, sostiene el impulso porque se mueve, evoluciona y da pasos certeros. Quizás los únicos que no los aprecien son quienes se esfuerzan en encontrar siempre el punto negro en la sábana blanca.

Este año, la Arenosa se afianzó como capital de grandes eventos y destino turístico. Desde conciertos multitudinarios hasta foros académicos, la ciudad fue sede de 24 encuentros internacionales —un 85 % más que en 2024—, ratificando que su infraestructura hotelera, logística, de servicios y hospitalidad están a la altura de las exigencias de visitantes globales.

Una proyección que se reflejó en indicadores que entusiasman: con un 2,7 %, el crecimiento económico supera los niveles del año anterior, las exportaciones aumentan, la inversión extranjera continúa en plena expansión y, sobre todo, se está generando empleo. De hecho, la tasa interanual bajó del 12,2 % al 9,2 %, durante los primeros diez meses, mientras la informalidad marcó un ligero retroceso. Son señales de una dinámica económica que irriga nuevas oportunidades, muchas de ellas derivadas directamente de los 23 proyectos de inversión extranjera, por USD450 millones, gestionados por ProBarranquilla en este 2025.

Aunque la verdadera dimensión de lo que aquí sucede se entiende caminando por la ciudad. Allí aparecen, imponentes, los nuevos símbolos de la renovación urbana planificada con visión de futuro: la Luna del Río, en la que ya se han subido 60 mil personas; el Malecón de Rebolo, que suma ya 5 unidades funcionales y aún falta su museo a cielo abierto; el skatepark y la estatua de Sofía Vergara en el Gran Malecón; nuevas vías y tramos renovados; así como atractivos adicionales habilitados en el Ecoparque de Mallorquín y en la playa de Puerto Mocho.

Estos sitios, postales de la nueva Barranquilla, son la mejor vitrina de una ciudad que supo hacer de su espacio público un articulador del tejido social para potenciar su transformación urbana sostenible y dignificar la vida de su gente. No solo es cemento, también es progreso.

Ahora que los ciudadanos los han acogido como una prolongación de sus hogares conviene que el Distrito, en cabeza del artífice de esta transformación, el alcalde Alejandro Char, se anticipe al impacto de su éxito. Este 24 y 25 de diciembre, casi 112 mil visitantes recorrieron el Gran Malecón, 36 mil más que en los mismos días del 2024, un incremento del 48 % que exige adoptar decisiones de movilidad para que la Avenida del Río o la Vía 40 no acaben colapsando, convirtiendo en una pesadilla lo que debe ser una grata experiencia para todos.

Es fundamental que se prepare con cuidado el terreno de todo lo bueno que está por venir. La ampliación del Metropolitano en 2026 y la construcción del Movistar Arena, un escenario multipropósito para 13 mil asistentes, al lado de la Ventana de Campeones, nos ofrecen un horizonte prometedor, no exento de retos globales. De ahí la relevancia de formar y reforzar programas educativos en lectura, bilingüismo e innovación, en particular a niños y jóvenes.

Barranquilla se mira al espejo y reconoce lo logrado, también lo que aún debe alcanzar: más equidad, bienestar y seguridad. Y es justo ahí, en esa ambición serena y colectiva, donde yace la certeza de su futuro compartido: el desarrollo solo será pleno cuando cada persona, como la misma ciudad, sienta que su vida también florece. El 2026 se asoma como un puente hacia lo posible. ¡Crucémoslo unidos e ilusionados y con los pies firmes en la tierra!