Alarmante informe del Instituto de Investigación Interregional sobre Crimen y Justicia de las Naciones Unidas que confirma cómo las redes sociales están siendo utilizadas como cajas de resonancia para amplificar teorías conspiratorias acerca de la pandemia de Covid-19. No solo se trata del irresponsable accionar de unos cuantos desocupados, existe una extendida y muy bien planificada estrategia de grupos violentos, organizaciones terroristas, supremacistas blancos y carteles mexicanos que utilizan el andamiaje digital “para difundir su narrativa, aumentar la polarización mundial y la desconfianza en Gobiernos, reclutar nuevos adeptos, infundir más terror y odio, y ganar territorio para sus actividades ilegales”.
La desinformación divulgada a través de las redes sociales da para todo, desde que la Covid-19 es un engaño hasta que las señales 5G transmiten el virus o que Bill Gates quiere implantar un chip a los seres humanos, a través de la vacuna, para controlarlos. Quienes divulgan estas absurdas afirmaciones, de manera intencionada para reforzar sus propias agendas, aseguran tener “el verdadero conocimiento” sobre el origen del virus, mientras acusan a gobiernos, religiones, compañías o empresarios de ser sus creadores o propagadores para enriquecerse gracias a la venta de tratamientos o aniquilar a la población.
El informe detalla casos de extremistas que distorsionan la naturaleza de la Covid-19 para justificar sus acciones violentas o motivar a seguidores radicalizados a cometer ataques. Ocurrió en Estados Unidos, donde un hombre identificado como Timothy Wilson, de 36 años, planeaba detonar una bomba contra un hospital que atendía pacientes con coronavirus. Wilson murió luego de recibir un disparo del FBI.
Influir en las redes sociales y aplicaciones de mensajería resulta un negocio redondo para estos grupos criminales que suben contenidos de forma anónima, instantánea y sin ningún costo. Acuden a los muy efectivos memes para promover sus puntos de vista antisemitas, xenófobos y radicales buscando reclutar nuevos miembros. Con una inagotable capacidad de reinvención, utilizando bots sociales o lo que haga falta, reaparecen una y otra vez cuando sus cuentas son eliminadas o redirigen sus seguidores a otros canales menos controlados y cifrados. Un estudio de la Universidad Carnegie Mellon revela que el 45% de las cuentas de Twitter con más de 200 millones de mensajes sobre el coronavirus probablemente sean bots.
Esta tendencia en aumento supone un enorme desafío para los organismos de ciberseguridad a nivel internacional, así como para los investigadores del Centro Cibernético de la Policía de Colombia. Los bots, algoritmos informáticos que producen contenido automáticamente, son capaces de interactuar con humanos en las redes sociales buscando influir en su opinión y comportamiento. Tras la pandemia, ¿cuál será su nuevo objetivo en su afán de desinformar, expandir noticias falsas y distorsionar la realidad para su propio beneficio?
Como la proliferación del virus, hoy incontrolable sin una vacuna eficaz, la rápida expansión de las ‘fake news’ también pone en peligro la seguridad e incluso la vida de las personas. Combatir las noticias falsas es un enorme desafío que requiere normas autorreguladoras y una ciudadanía educada en medios digitales capaz de identificarlas y consciente de los peligros de compartir información sin verificar.
La tecnología es una herramienta positiva en la vida de una sociedad, pero demanda responsabilidad en su uso, sobre todo para frenar la manipulación de la realidad. Herramientas como la inteligencia artificial, la visualización de datos o las aplicaciones móviles ayudan en la cruzada contra la amenaza de los radicales violentos, pero nada reemplazará al juicio humano cuando, una vez entendido el problema, se debe adoptar una decisión fundamentada sobre lo que es verdad y lo que no.