Veinticinco puntos críticos o basureros a cielo abierto en barrios de Barranquilla tiene identificados la Triple A, empresa encargada del servicio de recolección de residuos sólidos y de la limpieza diaria de la ciudad. Sin embargo, la misma entidad reconoce – y lo confirman habitantes de la capital del Atlántico – que son muchas más las esquinas, callejones, lotes baldíos, bulevares y andenes del espacio público convertidos en depósitos de todo tipo de desechos.
A diario, residentes de estas zonas observan impotentes cómo habitantes de calle, carretilleros y carromuleros arrojan escombros, residuos vegetales, animales muertos, llantas y bolsas de basura, a pesar de que está prohibido hacerlo. Lamentan que sus propios vecinos también caigan en esta irresponsable actitud y, como nadie vigila ni controla, estos puntos terminan siendo asquerosos muladares malolientes que amenazan su salud y contaminan el medio ambiente.
Hasta 2.500 toneladas de residuos recoge cada mes la Triple A en los basureros a cielo abierto de Barranquilla, una operación que supera los $250 millones y se realiza al margen de la recolección diaria de basuras. Un servicio adicional demandante de personal y maquinaria mecánica para adelantar, diaria e interdiariamente dependiendo de su criticidad, las labores de limpieza de estos espacios. Sin embargo, no se quedan mucho tiempo así. En cuestión de horas, la montaña de desechos vuelve a formarse.
Quienes tiran la basura en el espacio público ‘justifican’ su proceder. Algunos comerciantes de Barranquillita aseguran que lo hacen porque la Triple A no recoge a tiempo los residuos o porque los contenedores dispuestos no son suficientes. Emplean a habitantes de calle del sector, personas extremadamente vulnerables acostumbradas a hacer una y otra vez la misma maniobra a cambio de unos pesos. Otras personas acuden a estos puntos a vaciar sus carretillas repletas de podas o escombros recolectados en sus recorridos por la ciudad: a ellos les pagan ciudadanos que desconocen o deciden no usar los servicios especiales de la empresa de aseo.
El manejo inadecuado de los residuos sólidos causa enorme afectación y pone al descubierto la falta de conciencia ambiental de muchos habitantes de Barranquilla que se deshacen de sus desechos sin importar a dónde van a terminar. Son los mismos que luego pasan al lado de estos basureros a cielo abierto y se quejan del estado de abandono de la ciudad. Saber cómo gestionar las basuras creando conciencia sobre el riesgo de depositarlas donde no corresponde no solo es garantía de futuro sostenible para todos, también contribuye a crear condiciones para una sana y respetuosa convivencia entre las personas con mejor calidad de vida.
Sin embargo, a ello no se llega de la noche a la mañana. La movilización ciudadana en torno a una causa requiere unidad, cambios y compromiso. Transformar los imaginarios sobre el manejo de la basura, evitando además arrojarla a los arroyos cuando llueve, requiere conocer el alcance y la dimensión de este problema ambiental y sanitario, así como adelantar insistentes campañas de prevención e implicar a la sociedad entera para que asuma tareas de limpieza y conservación del espacio público mediante jornadas de aseo colaborativo.
¿Quién se le mide a despertar la conciencia ambiental de los ciudadanos sobre las basuras o es que nos vamos a quedar toda la vida lamentando que estas ensucien las calles o floten en los arroyos cada vez que cae un aguacero y luego tapen las alcantarillas o la bocatoma del acueducto?
Amar a Barranquilla, tener sentido de pertenencia por la ciudad, exige de todos sus actores políticos y sociales hacer frente de sus mayores desafíos y este, sin duda, lo es. Una vez más, priorizar la cultura ciudadana, a través de la educación y no de la imposición, es la hoja de ruta para movilizar la conciencia ambiental.