Sorprende que muchas personas, con la reapertura de nuevos sectores de la economía, entre ellos el turismo, se expresen preocupadas por un posible regreso de la Covid-19. Si es que el virus nunca se ha ido: ha estado presente en la cotidianidad de los habitantes de Barranquilla, el Atlántico, el resto del Caribe colombiano y el país entero, que están a punto de completar 6 meses lidiando con él, resistiendo, adaptándose, o simplemente padeciéndolo.

Parece mentira que en tan poco tiempo la crisis sanitaria, económica y social impuesta por el indeseable virus acabara con la vida de cerca de 19 mil personas en Colombia – más de 2.800 en el Atlántico –, arrasara con millones de empleos, negocios, planes personales y profesionales y pusiera en peligro la continuidad de proyectos que desde el 1 de septiembre podrían tener un nuevo aire con el inicio del aislamiento selectivo, la nueva fase de esta inacabada experiencia vital que, sin una vacuna segura y eficaz, seguirá siendo todo un desafío.

Todos somos responsables de todos, nos lo ha enseñado el virus. Por eso se debe insistir hasta la saciedad en que el levantamiento de las medidas restrictivas, a nivel nacional y el ‘pico y cédula’ en Barranquilla desde la próxima semana, no debe ser entendido como el regreso a una vida en normalidad. ¡Que nadie se autoengañe o actúe con ligereza! El negacionismo y las mentiras en torno al letal alcance del virus hicieron mucho daño en Barranquilla, Soledad y el resto del departamento, que no se olvide.

La corresponsabilidad y el autocuidado son las claves a la hora de reencontrarnos para compartir con familia, amigos, volver al trabajo o reestablecer el contacto físico con personas a las que no se ve desde hace mucho tiempo. Viajar en avión o por tierra para irse de paseo serán posibles y cada persona está llamada a mantener el autocontrol con enormes dosis de disciplina ciudadana y respeto por los demás. Prevenir antes que lamentar, demasiado dolor y tristeza ha costado a los habitantes del Atlántico esta retadora pandemia.

Si no se mantienen de manera estricta las medidas de distanciamiento social, el uso del tapabocas y el lavado de manos frecuente o no existe un verdadero compromiso personal para cumplir los protocolos de bioseguridad en espacios públicos y privados, como iglesias, museos, parques, playas, restaurantes o el transporte aéreo y terrestre, se corre el riesgo de desandar los pasos dados para reducir los otrora miedosos indicadores del virus que llevaron al límite a los profesionales de la salud, que sacaron fuerzas de flaqueza para salvar vidas. Un descomunal esfuerzo individual y colectivo que allanó el camino de la reactivación económica para alcanzar día tras día crecimiento, generación de empleo y bienestar destinados a tantas personas que se quedaron sin nada.

En otras palabras, cada habitante de Barranquilla y el Atlántico, empoderado como guardián sanitario de su hogar, lugar de trabajo o de residencia, no puede caer en la tentación de dejarse arrastrar por un comportamiento irresponsable e insensato que perjudique a su familia, comunidad o su entorno más cercano, que le niegue la oportunidad a quienes no tienen trabajo de conseguir uno en el corto plazo. Si los rebrotes aparecen con fuerza, volver a cerrar es la única alternativa para frenar la proliferación del contagio. También lo ha enseñado el virus.

No existe fuerza pública disponible para que a cada ciudadano se le asigne un policía, así que es momento de ofrecer respuestas ejemplares a la responsabilidad otorgada. Con la salida de los menores de 17 años a las calles, sin ninguna restricción, las pautas seguidas por los adultos, especialmente por padres y cuidadores, serán para ellos lecciones sobre cómo proceder en esta inédita coyuntura. Imperdonable no estar a la altura.

El confinamiento está a punto de terminar, pero el virus no. Nadie sabe con certeza hasta cuándo seguirá rondando amenazante entre nosotros. Quedan pocos días para que todos los sectores económicos abran, excepto bares, discotecas y lugares de baile; tampoco se podrán realizar eventos con más de 50 personas o consumir bebidas alcohólicas en espacios públicos o establecimientos de comercio. Son las únicas prohibiciones. Después de tantas privaciones, parece poco.

Que a nadie le falte el tapabocas, ni las ganas de comprometerse a velar por uno mismo y cuidar a los demás. ¿Usted está exhausto? Yo también, todos lo estamos, pero bajar la guardia no es una opción. Hoy menos que nunca.